‘Muñeca rusa’, la serie sobre la muerte que deslumbra en Netflix

Aunque Netflix invite constantemente a ver nuevas series y las opciones resulten verdaderamente incontables, algunas producciones de la plataforma se destacan muy por encima de otras.

Es lo que sucede en las últimas semanas con una de las series del momento, Muñeca rusa, producción de Netflix con protagónico de Natasha Lyonne, quien además de actuar es una de las cocreadoras de la historia.

En ella, la protagonista está atrapada en un bucle temporal del que siempre regresa acompañada por la canción de 1971 Gotta Get Up, de Harry Nilsson.

En este caso, Nadia, la referencia máxima de la serie, no solo vuelve al mismo punto una y otra vez sino que, antes, muere de diferentes formas. La producción arranca como una comedia con un punto surrealista y se va volviendo más oscura según avanza.

La canción no ha sido elegida al azar. Además de su letra, que dice «tengo que levantarme, tengo que salir, tengo que llegar a casa antes de que llegue la mañana», su cantante, Nilsson, murió en 1994 a los 52 años de un infarto provocado por el alcoholismo. Lyonne, fue operada justamente del corazón hace años por su drogadicción.

Cada episodio de la serie abre historias y misterios en cada intento de Nadia por escapar de su prisión de tiempo, con una narrativa escalonada y una notable capacidad de observación.

 

 

Creada junto a sus amigas Amy Poehler y Leslye Headland, la idea nació de un piloto para la NBC que nunca se concretó. “Amy me llamó un día y me dijo: ‘Desde que te conozco siempre has sido la chica más vieja del mundo’” revelaba Lyonne hace unos días en una entrevista con The New York Times. “‘¿Es un cumplido?’, pensé. Lo cierto es que terminamos desarrollando un programa para la NBC llamado Old Soul en el que interpretaba a Nadia y Ellen Burstyn a Ruth, mi madrina en la vida real que vive en Murray Hill y se la pasa en el Borgata de Atlantic City jugando en las máquinas tragamonedas. Fumadora en cadena, Carltons. Finalmente el programa no se hizo y resultó una investigación para lo que luego sería Muñeca rusa”.

Esa tensión entre lo real y lo simbólico es un guiño que la serie despliega con astucia. Nadia se dedica al desarrollo de videojuegos. De repente, su vida se ha convertido en uno. Es ese conocimiento de los códigos que rigen el funcionamiento de un sistema el que dispara en ella la pesquisa por el error. Algo debe haber ocurrido que al corregirlo permita que todo vuelva a la “normalidad”. Nadia se convierte, entonces, en una especie de detective de sus últimos pasos, de posibles indicios que le sugieran dónde está el cerrojo que destrabe ese irritante loop temporal.

 

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