Los animales reconocen la injusticia

¿El sentido de la justicia es un rasgo exclusivo que distingue a los seres humanos de los demás animales, o ha evolucionado también en los animales no humanos?.

Es lo que se han preguntado muchos investigadores y una manera de comprobarlo es servirse de una tarea de aversión a la inequidad. Un sujeto experimental recibe una recompensa por llevar a cabo a una tarea, mientras que a su compañero se le da como premio de consolación algo que no le gusta especialmente.

Una de las primeras especies con las que se experimentó la aversión a la inequidad fueron los monos maiceros. En una tarea en la que los monos tenían que intercambiar una ficha por un premio, a uno de los individuos se le dio un trozo de pepino a cambio de la ficha, mientras que un individuo modelo —otro mono que no era el foco de atención del experimento— de una jaula adyacente recibió una uva por la misma acción. Los monos maiceros prefieren las uvas a los pepinos, y el individuo que había recibido el pepino enseguida empezó a protestar arrojándole la desagradable hortaliza al investigador.

Los monos maiceros también se dieron perfecta cuenta de la injusticia en relación con la cantidad de esfuerzo que tenían que invertir para recibir una recompensa. Cuando tenían que trabajar para obtenerla y veían que su compañero de experimento la recibía regalada, dejaban de participar.

Además de los monos maiceros, varias especies de primates, entre ellos los chimpancés, los macacos Rhesus y los macacos cangrejeros, han demostrado que expresan alguna clase de respuesta conductual a la inequidad. Aparte de los primates, los perros y las ratas, otras dos especies de mamíferos muy sociables, han dado asimismo muestras de sensibilidad a la injusticia.

Pero, ¿qué hay de las especies no mamíferas? En los últimos años, la familia de los córvidos se ha convertido en un excelente modelo para el estudio de la cognición en las aves. Cuatro cuervos grandes y seis cornejas negras fueron sometidos a la misma prueba que a los primates.

Los pájaros recibieron un trozo de queso como recompensa y una uva como “premio de consolación”. En un experimento, a dos individuos se les recompensó con el mismo alimento por intercambiar una ficha con un investigador humano. En otro, uno de los pájaros solo recibió uvas, mientras que al segundo se le dio queso. En la situación de inequidad, el cuervo al que se estaba tratando injustamente dándole uva y no queso, dejó de aceptar el premio de menos valor.

También se probó el llamado experimento de “control del esfuerzo”, en el que el ave experimental tenía que intercambiar su ficha por un trozo de queso o por una uva, mientras que al otro pájaro se le daba el mismo premio, pero regalado, sin necesidad de intercambiarlo. Los animales dejaron de intercambiar su ficha por el premio cuando comprobaron que el otro pájaro lo obtenía sin esforzarse. En ambos casos, se dieron cuenta de que estaban siendo tratados injustamente y decidieron no cooperar.

 

Este contenido fue publicado en el sitio web The Conversation, traducido por News Clips y difundido por el diario El País de España. Es autoría de Claudia Wascher, profesora de la Universidad Anglia Ruskin.

 

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