Ganador del premio nacional español de narrativa por ‘Patria’, el escritor Fernando Aramburu habló en entrevista con Telégrafo antes de su paso por Pinamar en el marco del ciclo que organiza la editorial Planeta en la Argentina, apenas unos días previos a su vuelta a Alemania, su lugar en el mundo desde hace más de 20 años.
“Este libro me ha dado muchas alegrías. Procuro ser discreto, porque no es un libro, vamos a decir, divertido, hay un dolor colectivo previo, pero francamente están sucediendo cosas magníficas”. Aramburu asegura que son tantas y tan buenas las situaciones que le suceden, que teme que algo malo esté por impactarlo de vuelta.
Luego de que el Ministerio de Cultura ibérico escogiera su libro, ya premiado por la crítica meses antes, por la prensa internacional e incluso por un medio audiovisual -será el origen de la primera serie que producirá HBO en España-, Fernando Aramburu reconoce durante la entrevista que el éxito de ‘Patria’ no estaba en sus planes. “Es que este libro…, yo no lo sabía, yo escribí mi novelita, la que necesitaba escribir, …es que remueve algo que estaba ahí, y no solo en España, también en Argentina y en Italia. Es algo muy simple, es la vivencia de la gente común y corriente, aquello de lo que no se ocupa ni el historiador ni el periodismo, del día siguiente. Las madres, los hijos, las vivencias de las que nadie está exento. Haber perdido a un padre, estar deprimido, tener una enfermedad muy grave, tener un hijo que haya empuñado las armas. Vidas de gente sencilla”.
Su obra, que ha entrado entre la lista de libros más vendidos en Alemania antes de cumplir un mes de ventas y ya con tres ediciones a cuestas, lo tiene feliz. Y con la misma precisión con la que narra, Aramburu también habla.
A tus 14 años dijiste estar expuesto a la misma presión grupal de otros jóvenes de tener una vinculación con ETA, ¿de tu propia historia utilizaste algo para construir y representar al personaje de Gorka?
Esa inquietud está fundada. Pienso que asigné a Gorka algunas intuiciones y convicciones que yo tuve a la misma edad de una gran confianza en la cultura. Primero como un seguimiento del placer, pero también como método para amanzar al ser humano, y proporcionarle calidad personal, gusto por la palabra precisa, pero también para darle unos criterios de tipo moral, con los que después convivir pacíficamente con los demás. Creo que esto marca la personalidad de Gorka, un muchachos que logra salir del abismo que tiene muy cerca, del abismo de la lucha armada, por la vía de la lectura, de la escritura y del goce de los bienes culturales. En esto el personaje y yo coincidimos plenamente.
En Patria fue muy representativa tu empatía con las víctimas, pero también has logrado dibujar a todos los componentes de la novela, incluso los miembros de ETA, con una gran representación, ¿eso ha sido lo más difícil de describir?
Aceptar la humanidad del agresor no supuso para mí ningún problema de tipo técnico literario. Tampoco tuve que forzarme a creer en lo que no creo. Tengo la convicción de que ninguna persona deja de ser humana por el hecho de que cometa actos inmorales o violentos. El ser humano está hecho así, yo no lo he inventado. Por la mañana saca a pasear al perro y lo acaricia, por la tarde comete una atrocidad y por la noche besa en la mejilla a su madre. No creo que nadie sea malo las 24 horas del día.
Tenemos momentos en los que cometemos injusticias, incluso algunos ciertas atrocidades. Al respecto me inspiré en un cuadro famoso de Francisco de Goya, el de los fusilamientos del 3 de mayo, en el cual se ve en el lado izquierdo del cuadro a los madrileños que están siendo fusilados, y a la derecha se ve el pelotón de soldados franceses que están disparando. Me puedo imaginar que Goya sintiera simpatía por los madrileños, que en esos momentos además eran víctimas, pero eso no quiere decir que pintara mal a los soldados franceses. Él como pintor estaba obligado también a pintar a los agresores de la mejor manera posible. Algo parecido es lo que yo he intentado hacer. Un personaje con rasgos negativos no quiere decir que deba describirlo con simpleza o superficialidad. Todo lo contrario. Sinceramente uno debe agradecer a los personajes que cometen maldades porque generan novelas. Con santos es difícil escribir narraciones. Allá donde no pasa nada no hay novela.
¿Cuáles serían las cosas que crees que a un terrorista de ETA no le gustarían de tu libro?
De lo que no hay duda es que un relato coincide con una perspectiva. No se puede encerrar la historia de varias décadas en un volumen de 600 páginas. Y menos en un texto de ficción. Entonces, evidentemente Patria es una versión. El autor, por muy objetivo que quiera ser, está interviniendo continuamente en aquello que narra. Los personajes dicen lo que el autor decide que digan. La historia está ordenada de acuerdo con los criterios narrativos del autor. Cualquier persona que lea Patria se dará cuenta de que los agresores son considerados personas que hicieron daño, que antepusieron ideas a la esencia humana de otros a los que le hicieron daño, yo sí creo que hubo agresores y agredidos. Entonces esta postulación no la comporten otras personas que estuvieron más cercanas a ETA o al mundo de ETA. De hecho he llegado a hablar de la derrota literaria de ETA en el sentido de que hay versiones que blanquean la historia de ETA, o que intentan hacernos tragar la rueda del molino, según la cual quien empuñó las armas era un héroe o era un muchacho que se sacrificó por su pueblo. Yo escribo contra esas versiones. Y si mi versión fuera más persuasiva que esas otras, entonces habría producido lo que yo llamo una derrota literaria.
El final de la novela, en el que dos de las grandes protagonistas se encuentran y no se dicen nada, pareciera dejar al lector ante la necesidad de reinterpretar la historia nuevamente y volver a recorrer sus diversas instancias. ¿Hubo algún objetivo en particular con ese cierre?
No puedo suplantar al lector y decirle como tiene que interpretar cualquier elemento que hay en mi novela. Al respecto solamente puedo decir que este final es lo primero que a mí se me ocurrió. Esto significa que no hay una sola línea en la larga novela que no esté encaminada a llegar a ese final. No soy tan inocente como para ignorar que el final pudiera despertar interpretaciones del tipo simbólico. En tal caso, creo que convendría tener en cuenta que participan niños. No me parece que sea un elemento superfluo. El hecho de que las dos mujeres no se digan nada a mi me parece muy significativo. Pero no es legítimo que el autor en una nota a pie de página prefije la interpretación del final. Y lo que tampoco quise es un final que cerrara totalmente la narración, o demasiado explícito o excesivamente sentimental o patético. El final de Patria está muy cincelado.
Más allá de lo terrible que ha resultado ETA, pareciera ser una historia que no volverá a repetirse, al menos en sus rasgos tan violentos. Sin embargo, en tus consideraciones la violencia es una bola de nieve que está en todo el mundo y parece ser indetenible.
No soy un especialista en conducta humana. No hablo desde el conocimiento de la psicología, hablo desde la experiencia personal. Todos los días tengo relación con seres humanos. Me informo, leo la prensa, leo libros de historia y veo que hay una constante en la historia de la especie humana que es la violencia. Que no es privativa del ser humano. Lo que ocurre es que los animales son mucho más pragmáticos. Emplean la violencia para sustentarse. La crueldad es más bien privativa del ser humano. La violencia es útil, eso ya lo decía Ortega y Gasset, que se preguntaba porqué suceden guerras. Pues porque son útiles, permiten atacar objetivos. No es verdad que un muchacho se inmole en medio de una masa porque esté loco o sea un ser irracional, no es verdad, lo hace a partir de razones concretas y porque quiere conseguir algo, puede ser el cielo, la independencia de un pedazo de tierra o puede ser poder, o venganza, castigo. Es decir que normalmente hay un tipo de causa para agredir al otro, suprimirlo, echarlo de la comunidad. Entonces para que esto no ocurra, puesto que es negativo, causa dolor y causa pena, existen una serie de antídotos que son los que yo postulo y en nombre de los cuales me expreso en público. Por ejemplo la cultura, los libros, el cultivo de la cavidad personal y los criterios morales, que son aquellos que nos dan una serie de normas que nos permiten convivir pacíficamente con los demás. No es raro que en mis libros se trate el tema la violencia y que en estos libres haya descripciones tal vez crudas de la violencia con la esperanza de que al lector le resulte la violencia repulsiva o moralmente reprobable.
En el pasado eras un profesor de enseñanza para los chicos, algo que consideraste muy positivo, humanamente recomendable y que te ha ayudado incluso también para ser escritor. ¿Por qué no has querido continuar con eso?
Me dediqué durante 24 años a trabajar con niños de 6 a 16 años. Era un trabajo agotador pero al mismo tiempo agradable y humanamente enriquecedor. Es decir, trabajar en la escuela me habría una ventana a numerosas vidas ajenas que me pusieron en contacto con episodios de los cuales luego saqué provecho literario. Para mí los niños eran sagrados, venían al colegio con la ilusión de aprender y pasarla bien y yo tenía una gran responsabilidad ante ellos. Entonces yo me esforzaba por darles una enseñanza lo más valiosa posible, era consciente de que estaba interviniendo muy directamente en sus conciencias, entonces me parecía que tenía que contribuir a lo que era el objetivo de las enseñanzas. Debía contribuir a crear seres independientes, que cuando fueran adultos sean personas libres capaces de vivir con los demás de acuerdo a sus propios criterios, de tener un conocimiento lo más exhaustivo posible de la realidad, y de tener mecanismos para manejarse en la vida. La docencia para mí era fascinante y hasta cierto punto compatible con la literatura. Pero no me permitía la dedicación plena a la escritura que era uno de los sueños que yo deseaba cumplir. Finalmente decidí dejar la docencia y dedicarme desde la mañana hasta la noche a lo que a mí me sostiene en la vida, que es la literatura, ya sea escribiéndola, mejor o peor, o leyéndola.
Esa riqueza que obtuviste de la docencia al entrar en contacto con historias reales y que te permitió mejorar en tu ámbito literario, ¿creerías que es lo que le está faltando al periodismo de la actualidad?
Primero tengo que hacer una puntualización. Quizá la mayor enseñanza que yo saqué tras más de dos décadas trabajando con niños, es que esa división infancia, adolescencia, madurez, vejez, es artificial. Evidentemente un viejo no es un niño, pero no hay porque no tratar a todas las personas como niños. Cuando estoy en público, noto que reproduzco formas de comunicación que empleaba con los niños en el colegio y noto que funcionan. Es decir que a los adultos les gusta reír igual que a los niños. Y también aprendí a introducir un sentido pedagógico en aquello que digo en público, o que hago con los demás. En cuanto al periodismo, creo que es un tema muy complejo. Yo me dedico regularmente a las colaboraciones de prensa. No me considero un informante, no estoy atado a la actualidad. Simplemente ofrezco impresiones, comentarios y puntos de vista privados de la realidad de mi tiempo. Con una prosa que no es lo que dijéramos simplemente efectiva o eficaz. A mí el periodismo me parece fundamental. La información creo que es uno de los pilares básicos de la democracia. Por eso soy partidario de que haya pluralidad en la prensa. Que haya periódicos de todas las tendencias. De manera que el lector, leyendo unos y otros, pueda sacar sus propias conclusiones. Algunos evitan un periódico porque es de derecha, y otros lo evitan porque es de izquierda. Yo no evito ningún periódico. Incluso no es raro que lea aquellos periódicos de los cuales me siento más distante, ¿contra qué voy a argumentar en todo caso, qué voy a refutar?, si solamente leo lo que confirma lo que yo pienso. Allá donde hay un solo periódico, es imposible que existe libertad de expresión. Es uno de los síntomas claros de cualquier dictadura.