El republicano derrotó a los Clinton, la familia más poderosa de la política estadounidense en las últimas tres décadas, si se exceptúa a otra familia, los Bush, que también se oponían al nuevo presidente. Enfrentó al aparato de su propio partido, a los medios de comunicación, a Wall Street, a las grandes capitales europeas y latinoamericanas y a las organizaciones internacionales como la OTAN. Y el 20 de enero asumirá en Washington con los demócratas en minoría tanto en el Senado como en la Cámara de los Representantes.
Trump, que prometió construir un muro en la frontera con México y prohibir la entrada de musulmanes a Estados Unidos, demostró que un hombre prácticamente solo, contra todo y contra todos, y sin depender de donantes multimillonarios, es capaz de llegar a la sala de mandos del poder mundial.
La victoria en Florida, Estado que el presidente Barack Obama, demócrata como Clinton, ganó dos veces, abrió la vía para la victoria del magnate inmobiliario que sacude los cimientos de la política estadounidense. Trump ganó después en Carolina del Norte, en Ohio y Pensilvania, entre otros Estados que Clinton necesitaba para vencer.
El mundo esperaba ver a la primera mujer en la presidencia de Estados Unidos, después de tener a un presidente afroamericano. Ocurrió lo inesperado. Clinton no pronunció el tradicional discurso de aceptación de la derrota, y felicitó a Trump por teléfono.
“Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados”, dijo Trump en su discurso de la victoria, en Nueva York.