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La advertencia de Christine Lagarde

En un discurso pronunciado esta semana en Washington, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) , Christine Lagarde, mostró su preocupación por la ralentización de la economía —el PBI global crecerá menos que el 3,9% que pronosticaba hace solo tres meses—, pero sobre todo por ciertos peligros que hasta hace poco parecían hipotéticos y que ahora están materializándose: la deuda global, pública y privada.

Según calculan los economistas del Fondo, la deuda que encadena récord tras récord ha alcanzado ya los 182 billones de dólares (unos 157 billones de euros al cambio actual). Desde su informe de la pasada primavera, la cifra aumentó en 18 billones de dólares.

El problema en realidad nunca ha dejado de existir, pero ahora parece más presente que nunca: la deuda supera ya en un 60% el nivel de 2007, un año antes de que la Gran Recesión llegara con toda su virulencia para cambiar el mundo. Y esta cifra es más preocupante ahora que la época de estímulos monetarios por parte de los grandes bancos centrales parece haber llegado a su fin.

Como ya ha advertido el FMI y diversas instituciones en otras ocasiones, el mayor riesgo para el futuro es el desencadenamiento de una guerra comercial. Por ahora, entre las economías desarrolladas, los más afectados por este nuevo clima de descontento son la eurozona y Japón. Sin embargo, hay ya unos claros perdedores: los países emergentes, que están sufriendo las repercusiones negativas de estas tensiones.

Lagarde tiene una recomendación al respecto: “Si no se puede llegar a acuerdos entre todos los países, los Gobiernos pueden usar pactos comerciales flexibles en los que colaboren, en el marco de la Organización Mundial del Comercio, aquellos con una forma de pensar similar”.

 

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