La Conmebol se lanzó a transparentar su imagen en vísperas del gran negocio que tiene cerrado a partir del 2019: una nueva copa Libertadores que se definirá a un solo partido final y que repartirá 1.400 millones de dólares por los próximos cuatro años.
En la edición que viene, los premios serán de 6 millones de dólares para el campeón y 3 millones para el subcampeón. A esas sumas se agregarán 2 millones adicionales por finalista, más el 25 por ciento de las entradas vendidas en el partido decisivo.
Tiempo atrás se supo que se decidió jugar el partido único de definición un día sábado y en horario central para la televisión. La sede también ya fue seleccionada: el estadio Nacional de Santiago de Chile. Así comenzó a copiarse el formato de definición de la Liga de Campeones de Europa.
Sin embargo, según afirma el periodista Gustavo Veiga en un artículo de su autoría publicado en Página 12, la entidad proyecta además para 2020 la inclusión de clubes de México y Estados Unidos, un objetivo que quedaría en manos de su socio estratégico, la consultora IMG & Perform.
Para lograr el interés de la Concacaf, la Conmebol -que todavía sigue salpicada por el escándalo de las coimas en la FIFA-, instó a los cuatro clubes semifinalistas de la actual copa (River, Boca, Gremio y Palmeiras) a que firmaran un acuerdo de Fair Play que presentó esta semana en su sede de Asunción.
“Este es un año histórico, porque será el último con finales de ida y vuelta. Es importante que en estos partidos de semifinales y finales los equipos tengan su brillo y su prestigio potenciados”, expresó el presidente de la confederación, Alejandro Domínguez.
El acuerdo que suscribieron los cuatro clubes indica que los equipos deben “competir en forma limpia; cumplir con las reglas del juego; respetar al contrario, compañeros de equipo, árbitros, jueces de línea, oficiales y espectadores; y por último, rechazar la corrupción, las drogas, el racismo, la violencia, el juego y otros peligros de este deporte”.
El encuentro busca ser el punto de partida rumbo a la final del 2019 en Chile, que podría trasladarse a Miami en 2020 si la Conmebol avanza en su estrategia comercial de permitir que la copa integre a los clubes franquicia de México y Estados Unidos.
Los mexicanos tuvieron presencia en la Libertadores hasta 2016. La última vez que cumplieron un papel destacado fue en 2015, cuando River se impuso en la final a Tigres. Sus equipos no desentonaron en general. También salieron subcampeones Cruz Azul, en 2001, y Chivas, en 2010.
Al sumar a los equipos de Norteamérica, serían seis de las dos ligas de centro y norteamérica que participarían de la Libertadores, todo con el objetivo de captar un mercado fuerte en divisas, sponsors y audiencias y que ganó en competitividad en los últimos años.
La Major League Soccer (MLS) es un crisol de futbolistas latinoamericanos y también de figuras europeas en su ocaso deportivo, pero que todavía se las rebuscan en un fútbol de segundo orden como el estadounidense.
Por eso no es descabellado suponer que la Confederación Sudamericana atará su futuro comercial a la Concacaf, que recibirá el mundial de 2026 en Estados Unidos, México y Canadá. Y la copa Libertadores es la carta más fuerte que tiene para mostrar.
La compañía IMG, de todos modos, no tiene una historia virtuosa. Si bien derrotó en una licitación –la primera desde que Domínguez está en la presidencia de la Conmebol– a sus competidoras Infront y MP&Silva, su estrecha relación comercial con los empresarios Hugo y Mariano Jinkis imputados en el FIFA Gate no es un buen antecedente de la transparencia que se pregona.
De la presentación que se realizó en Asunción a favor del juego limpio en la copa participó el embajador argentino Héctor Lostri, exsubsecretario de Planeamiento Urbano porteño durante la gestión de Macri en la ciudad de Buenos Aires, con causas por negociaciones incompatibles con la función pública de la que se liberó mediante una probation. En su último cargo en el país como interventor de Fabricaciones Militares y antes de partir hacia Paraguay, despidió a 140 empleados.
La Conmebol lo invitó a participar junto a su colega brasileño, Carlos Sima Magallanes, tal vez porque le atribuyó al acuerdo entre Boca, River, Gremio y Palmeiras el status de un protocolo diplomático. Una demostración más de cómo el fútbol puede convertirse en una cuestión de Estado.