En la madrugada de este domingo murió el ex ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, Héctor Timerman. Su deceso se produjo tras una larga batalla contra el cáncer que lo afectaba pero también después de un largo proceso judicial en Comodoro Py, donde afrontó una acusación por traición a la patria.
La disputa por su salud corrió en paralelo con la persecución judicial y política por el polémico memorándum con Irán que fue votado por las dos cámaras del Congreso.
La oposición que luego se integró a Cambiemos y el fiscal Alberto Nisman empezó por acusarlo a él y a la ex presidenta Cristina Fernández por encubrimiento, dado que -según decían- el tratado favorecía a los sospechosos iraníes, quienes ni siquiera llegaron a firmarlo.
Más allá de que el memorándum nunca entró en vigencia, de manera que no podía tener efectos reales ni jurídicos, fue hasta el propio gobierno norteamericano que le quitó a Timerman la visa cuando urgía que continuara el tratamiento experimental contra el cáncer que había iniciado en Nueva York.
Se podía decir que el tratado era bueno o malo, pésimo, pero no un delito. Y menos que menos traición a la patria. La AMIA y la DAIA empujaron esa acusación alentando el viejo adaggio antisemita: judío, traidor a la patria.
La ex presidenta le dedicó un texto a Héctor Timerman vía sus redes sociales y contó cómo se enteró de la noticia desde su casa de El Calafate, en lo que calificó como “el 30 de diciembre del peor año que se recuerde”.
