La pobreza crece por quinto año consecutivo en América Latina

La región latinoamericana cerrará 2019 con un alza de siete décimas en el índice general de pobreza según las cifras publicadas esta semana por la Cepal, organismo dependiente de la Naciones Unidas para el desarrollo en el subcontinente.

Según las cifras divulgadas, la pobreza pasa de afectar al 30,1% de la población al 30,8% y en su variable extrema, la pobreza más acuciante, sube del 10,7% al 11,5%.

La estadística se conoce en paralelo a la ola de protestas en varios países latinoamericanos —Chile, Ecuador y Colombia— para exigir medidas sociales y un combate frontal contra la desigualdad, y se traduce en cifras aún más impactantes cuando se traslada al terreno de los números absolutos: seis millones de personas pasarán a engrosar las filas de la pobreza extrema este año, un grupo que crecerá hasta los 72 millones. La pobreza general aumenta en idéntica cuantía: 191 millones, frente a los 185 del ejercicio pasado.

La gravedad del dato crece si se aumenta el periodo de cálculo: de cumplirse las estimaciones, la región cerrará 2019 con 27 millones de personas pobres más que en 2014. Casi todas ellas —26 millones—, en situación de carestía extrema.

El cambio de tendencia en la evolución de la pobreza y la pobreza extrema ha sido achacado, desde muchos ámbitos y casi en exclusiva, al final del éxito de comercialización de los productos básicos, en los albores de la década que ahora termina. Una verdad solo parcial, como subrayan los técnicos del organismo, que introducen una narrativa complementaria.

“El fin del auge de las exportaciones de materias primas y la consiguiente desaceleración económica cambió la tendencia a partir de 2015. Pero el proceso se agudizó por la disminución del espacio fiscal y las políticas de ajuste que afectaron a la cobertura y la continuidad de las políticas de combate a la pobreza y de inclusión social y laboral”, deslizan en su último Panorama social de América Latina.

Según la Cepal, los “importantes” avances de principios de la década se produjeron, además de en un contexto económico más favorable, en un entorno político “en el que la erradicación de la pobreza, la disminución de la desigualdad, la inclusión y la extensión de la protección social ganaron un espacio inédito en la agenda pública” de la región.

La imagen fija fluctúa notablemente entre países. Una parte importante del repunte de la pobreza extrema en el último lustro es imputable a dos: Brasil, por mucho el más grande de la región, con una población que ya cabalga por encima de los 210 millones de personas; y Venezuela, una nación sumida en una profundísima crisis política y económica que —según las cifras del propio gobierno de Nicolás Maduro— se ha comido al menos la mitad de su PBI. La tendencia en el resto del subcontinente fue hacia un muy leve recorte en el porcentaje de población con ingresos insuficientes para cubrir las necesidades básicas, “aunque fue a un ritmo más lento que entre 2008 y 2014”.

 

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