En Brasil el último martes hubo más fallecidos por la covid-19 que ningún otro día desde que se declaró la pandemia: fueron 3.251 los muertos reportados en esas 24 horas, en un contexto en donde los contagios que se contabilizan diariamente son más de 50.000.
Este miércoles, en tanto, el gigante sudamericano pasó el umbral de los 300.000 muertos. Con 210 millones de habitantes, su tasa acumulada por millón le sitúa por el momento por detrás de países como Estados Unidos o España, pero los especialistas afirman que las distancias se acortan rápidamente.
Aunque Brasil es el epicentro de la pandemia en el mundo desde hace varias semanas, la Organización Panamericana de la Salud, la filial regional de la OMS, alertó esta semana a través de su presidenta, Carissa Etienne, del avance “peligroso” del virus en el país sudamericano. “Desgraciadamente, la grave situación de Brasil está afectando a los países vecinos”, recalcó en referencia al aumento de casos en las regiones fronterizas de Venezuela, Perú y Bolivia.
En paralelo a la intensa transmisión -propiciada por la variante brasileña del virus Sars-CoV-2, llamada Manaos, porque Japón la descubrió en un viajero llegado desde esa región-, se ha generado una avalancha de enfermos graves que han llevado al colapso de las UCI en buena parte del país.
El virus circula acelerado entre los brasileños porque parte de la población, incluido el presidente Bolsonaro, no mantiene las medidas básicas de aislamiento social y uso de barbijos, lo que permite al virus circular libremente y alumbrar nuevas variantes.
Mientras que han sido varios los países limítrofes que han detectado en sus territorios la variante brasileña, la preocupación de los científicos es que Brasil se esté convirtiendo en una incubadora de nuevas cepas.
Argentina ha eliminado parte de los vuelos con el exterior, no solo con Brasil. Y empezará a cobrar las PCR a los turistas. Quienes den positivo debarán hacer cuarentena en un hotel que paguen ellos mismos.