El relato imperdible de un guardavidas de Cariló que sobrevivió a un tsunami

Luciano Ballester es guardavidas desde hace más de 30 años, en la actualidad trabaja en Cariló. Amante del agua, también es instructor de buceo. Aunque está lleno de historias para contar, una de ellas resalta: sobrevivió al tsunami del océano Índico del 2004 provocado por el segundo terremoto más fuerte de la historia mundial desde que se creó el sismógrafo.

Para procesar su experiencia Ballester escribió un libro. Un tsunami en mi vida’ cuenta la historia de amor que lo llevó a estar aquel terrible 26 de diciembre en las playas de Sri Lanka.



Años más tarde, habló con Telégrafo porque su relato no puede perderse. Sus palabras no son las de un simple sobreviviente a tres olas de tsunamis, sino las de alguien que después de vivirlo tuvo que volver a su puesto de trabajo cuya función es vigilar que ninguna persona se ahogue. 

 

Ballester trabaja como guardavidas en las playas de Cariló. (Fotos Ricardo Stinco)

 

Un guardavidas por el mundo

Luciano Ballester nació en Lobería, aprendió a nadar de chico, corría carreras con sus amigos en los arroyos de alrededor cuando salían a pescar. De vacaciones iba con su familia a Necochea, donde aprendió a respetar al mar y a “no hacer locuras”, como salir a nadar sin elemento de flotación. 

Hizo el curso de guardavidas en Argentina, trabajó ocho años en su país y luego empezó a viajar por todos lados. Brasil, Centroamérica, México fueron sus primeros destinos.

“Estuve diecinueve años viajando”, sintetiza. Dice que entre los países que visitó por placer y a los que fue para trabajar, suman casi cincuenta. En el mundo hay alrededor de doscientos.

Después de ir y venir de Argentina a Europa varias temporadas de verano trabajando como guardavidas, cuando la crisis hizo estallar al país en 2001, como muchos otros argentinos Luciano agarró el pasaporte italiano que le había dado su familia y se estableció en España. Allí sumó a sus capacitaciones acuáticas la de instructor de buceo. 

 

Hoy Luciano Ballester tiene 49 años y sigue eligiendo su país para vivir. (Fotos Ricardo Stinco)

 

“Un tsunami en mi vida”

Trabajaba en Mallorca cuando conoció a Niki, una actriz que lo enamoró. Sus vidas parecían el clásico guión de una película romántica, hasta se mudaron juntos a París, la capital del amor. Lo que no sabían era que su pseudo luna de miel por el océano Índico iba a marcarlos para siempre. 

Se sentía el espíritu navideño cuando llegaron el 24 de diciembre de 2004 por la mañana a Colombo, la capital de Sri Lanka, una isla pequeña del subcontinente indio. Ballester no sabía mucho de qué se trataba, antes de la propuesta de viaje de su pareja nunca había escuchado ese nombre. Sin embargo, el saber que estaba rodeado de agua era su garantía para pasarlo bien.

 

Para procesar todo lo vivido Luciano Ballester escribió el libro ‘Un tsunami en mí vida’. (Fotos Ricardo Stinco)

 

A las 8.30 tenían que pasarlos a buscar de un centro de buceo para hacer una excursión y conocer el lugar. El patio del hotel daba a la playa y mientras desayunaban en el comedor a Luciano le pareció raro que el agua estuviera un poco más lejos de lo normal. Enseguida pensó en las bajantes del sur argentino por Las Grutas o San Antonio Oeste donde las diferencias entre baja y altamar rondan los 7 u 8 metros. No lo charló con otra persona, nadie más parecía haberlo notado.

La combi se retrasó un poco, así que al llegar al centro de buceo enseguida se sumaron a los demás. El lugar tenía una salida a la calle principal y la otra directamente a la playa. Los botes estaban listos para salir. Eran los últimos, los estaban esperando. Apurados empezaron a armar los equipos en una habitación parecida a un aula con una pizarra donde se veían viejas anotaciones del instructor. 

 

La historia de Daniel Scarpellino, el guardavidas que le salvó la vida a los integrantes de La Renga

 

“Nos salvó saber nadar”

Niki y Luciano estaban abriendo las mochilas, sacando los trajes de neopreno, cuando los sorprendió un grito: “¡Cuidado con el agua!”. Miraron hacia abajo y en segundos tenían el agua a los tobillos. “Corran, corran, corran”, estalló alguien más.

Aunque intentaron escapar, el tiempo no los dejó. El agua entró con tanta velocidad que se llevó todo lo que encontró en el camino hasta casi tapar la puerta que daba a la calle. A Niki la encerró en otra de las habitaciones del centro de buceo. Con la cabeza en el techo tal cual una película de ficción, logró salir luego de que la misma presión hiciera explotar la puerta. 

Arrastrados por la corriente hacia la salida donde quedaba un espacio de unos 60 centímetros, consiguieron salir. Se subieron a un auto que se había quedado encajado y vieron el agua chocar contra la montaña unos 300 metros más allá para regresar al mar.

Un instante puede cambiar la vida para siempre

Los transformadores eléctricos explotaban y hacían chispazos, todo estaba prendido fuego a pocos metros. “Acá me voy”, pensaba Luciano en los momentos que su cabeza buscaba entender que pasaba.

El agua golpeaba, las paredes se caían.

Después de que se fue la primera ola se puso a buscar sus cosas. Encontró la mochila enganchada en un caño de escape de un colectivo unos cien metros de dónde la había dejado con todos sus documentos. 

 

Pasaron más de tres meses, tras vivir el tsunami, para que Luciano pueda volver a meterse al mar. (Foto Ricardo Stinco)

 

En alguna parte de su libro se lee: “El agua subió tan de golpe que no se escuchaba otra cosa que gritos, explotar vidrios, caerse paredes, veías cómo se sujetaban algunos dónde podían, otros eran arrastrados desapareciendo un metro más allá, los techos caer”.

Dice Ballester que el caos es tal que “podés ser el Kevin Costner de la era, pero en una situación así todos los títulos que tengas te los metes en el bolsillo, tratás de sobrevivir vos y los que están alrededor tuyo”.

“Al ver una verdadera catástrofe, un caos de gente yendo y viniendo, coches con muertos y heridos dentro, que no sabés de dónde salen, varias casas habían desaparecido, otras construcciones quedaron sólo con el esqueleto de concreto, era un paisaje desolador miraras donde miraras”, pone en palabras las imágenes que sus ojos veían pero no alcanzaban a procesar.



La segunda y tercera ola del tsunami

Tras sobrevivir a la primera ola, heridos y sangrando por todos lados, Luciano y Nikki empezaron a buscar un puesto sanitario para curarse. No pudieron llegar porque el grito de “ahí viene otra” los volvió a sorprender. Corrieron hacia el techo de una casa, donde enseguida llegó el agua y les tocó los pies.

 

Código de banderas de los guardavidas para disfrutar de la playa

 

Lo más impactante fue ver un tanque de gasolina que iba hacia ellos. Aunque finalmente no los tocó, las personas que estaban en los techos de las viviendas de enfrente no tuvieron la misma suerte. 

La tercera ola los agarró yendo hacia un convento arriba de la montaña. El agua los perseguía a pocos metros y por suerte cuando llegaron a la parte más alta el espumón quedó cerca de sus pies. 

“Es muy chocante ver tantos muertos”, señala Luciano y cuenta que el olor a muerte es tan fuerte que lo sintieron por más de tres meses. “Se parece a barro mezclado con pescado podrido”, describe.

“Lavamos la ropa más de cinco veces, el equipo de buceo, el traje, la valija, la gente nos decía que había olor a jabón y nosotros no sentíamos”, se acuerda.

Otra de las sensaciones que les costó borrar es la de salir corriendo. “Salíamos a comprar el pan con la sensación que alguien te persigue”, explica.

 

Siempre que pudo, Luciano eligió vivir cerca del mar. (Foto Ricardo Stinco)

Algunos datos sobre el tsunami

Conocido como el terremoto de Sumatra-Andamán se lo calificó con 9,1 puntos en la escala de magnitud del momento. Con epicentro en las costas de Indonesia se ocasionaron una serie de tsunamis que destruyeron la mayoría de las costas de los países que bordean el océano Índico.

Casi todo el sur y sudeste de Asia, incluyendo parte de Indonesia, Malasia, Sri Lanka, India y Tailandia quedaron destruidos. Con réplicas y vibraciones en varias partes del mundo, este terremoto oceánico fue el segundo más grande de la historia desde que se creó el sismógrafo. 

“La ola más grande fue de 30 metros, en Sri Lanka donde estábamos nosotros llegaron tres de 10 metros”, señaló Luciano Ballester.

Se estima que unas 300 mil personas perdieron su vida en esta catástrofe.

 

Después de recorrer un cuarto de los países del mundo, Luciano volvió a elegir la Costa Atlántica argentina para vivir. (Foto Ricardo Stinco)




Lo más visto