El cardenal George Pell, consejero directo del papa Francisco, declarará como imputado por presuntos abusos a menores el 18 de julio en Australia, donde oficialmente miles de casos denunciados entre 1980 y 2002 implican al 7% de los sacerdotes del país.
El caso de Pell se remonta a los años 70, cuando Ballarat, una pequeña ciudad del estado australiano de Victoria, se convirtió en un polo religioso del país y vio prosperar en la Iglesia al mencionado sacerdote, hoy acusado y máximo responsable de las finanzas del Vaticano. El fenómeno coincidió también con una oleada de abusos masivos en colegios y centros religiosos que las asociaciones de víctimas cifran en hasta 4.000 casos.
La situación reabre el debate sobre el avance real de este pontificado en la lucha contra la pederastia y las resistencias que encuentra en el camino de la prometida tolerancia cero. La Santa Sede confía en su cardenal, pero le obliga a testificar pese a alegar desde hace tiempo problemas de salud para no viajar.
Tal como lo revela el diario El País de España, el cardenal australiano, que negó las denuncias, vivió varios años en la misma casa que Gerald Ridsdale, un abusador en serie de la escuela Saint Alipius también de Ballarat, centro calificado como “paraíso de pederastas” en el que cinco de sus seis profesores fueron relacionados y condenados con casos de abusos.
Uno de los méritos de Francisco, que se ha reunido a menudo con víctimas, ha sido visibilizar el problema y romper el silencio. A propósito, el padre Hans Zollner, presidente del Centro para la Protección de Menores -una institución dedicada a los programas de prevención y detección de casos-, entiende las quejas de las víctimas pero resalta: “En muchos lugares se ha hablado por primera vez de este tema. Lamentablemente, no podemos cambiar tan rápido un acercamiento que durante siglos ha sido de autodefensa, negligencia… una institución de 1.300 millones de miembros no se modifica de un día para otro”.