Constituye fraude alimentario toda acción con fines de lucro en la que se mienta deliberadamente a los consumidores sobre la calidad o el contenido de un producto alimenticio. Es difícil evaluar la magnitud de este tipo de estafa a nivel internacional, porque quienes comercian con alimentos fraudulentos intentan no dejar rastros de sus actividades. Aun así, algunos expertos calculan que esta actividad ilegal genera para la industria alimentaria unas pérdidas anuales de 40.000 millones de dólares estadounidenses.
Los consumidores desean estar seguros de la calidad y la seguridad de los productos alimenticios que adquieren. Por ello, algunos compran marcas de renombre y otros están dispuestos a pagar precios más elevados por un producto con ciertas características o determinados ingredientes. Todo ello atrae a los estafadores, que se lucran sustituyendo, por ejemplo, ingredientes de calidad por otros menos costosos.
Como el fraude alimentario puede producirse en cualquier fase de la cadena de suministro y, en algunos casos, no puede detectarse si no se cuenta con equipos especiales, reducir las posibilidades de que ocurra no es tarea fácil. En los países en desarrollo, este problema se acentúa por la falta de capacidad técnica para revelar la estafa.
Tipos de fraude alimentario
- Dilución: se mezcla un producto líquido de valor elevado con un líquido de valor inferior para reducir los costos de producción total del producto que se vende al consumidor.
- Etiquetado incorrecto: se incluye información falsa en el envase o la etiqueta.
- Mejoras no autorizadas: se añaden sustancias desconocidas/no declaradas al producto.
- Sustitución: se remplaza un ingrediente de valor elevado, o parte de un producto, con otro ingrediente o parte de valor inferior.
- Encubrimiento: se encubre intencionalmente la presencia de ingredientes o productos alimenticios de baja calidad.
- Falsificación: se imita la marca, el diseño, la composición o las técnicas de fabricación de otro producto.
- Mercado paralelo/robo: se venden productos sin los debidos permisos.
Consecuencias del fraude alimentario
El fraude alimentario es nocivo para la salud del consumidor
Es posible que se hayan agregado sustancias tóxicas o perdido nutrientes esenciales en el proceso, lo que aumenta el riesgo de contraer una enfermedad transmitida por alimentos. También se incrementa el riesgo de que el consumidor sufra una reacción alérgica a determinados ingredientes que se hayan incluido en el producto sin informar de ello en la etiqueta.
El fraude alimentario causa pérdidas económicas
Por un lado, los consumidores no reciben la calidad que esperan por el precio que pagan. Por otro, se ve afectado el volumen de ventas de las empresas lícitas que deben competir con las que fabrican productos fraudulentos. Estas pérdidas económicas se dan con productos de lujo, como las trufas, pero también de uso diario, como la miel.
El fraude alimentario afecta al comercio internacional
Debido a la globalización y la creciente complejidad de las cadenas de suministro y producción, han aumentado los riesgos y vulnerabilidades relacionados con el fraude alimentario, en particular con los ingredientes y sustancias empleados en la producción. Hoy en día es difícil vigilar todos los pasos de la cadena de suministro, ya que pueden ocurrir en diversos países y sectores.
¿Cómo detectan el fraude alimentario los especialistas en ciencia nuclear?
Cada elemento de la materia que nos rodea tiene su propia identidad química, que está determinada por su número de neutrones, protones y electrones. Los átomos pertenecientes al mismo elemento químico con el mismo número de protones y diferente número de neutrones se denominan “isótopos” y gracias a ellos los especialistas pueden extraer conclusiones sobre la autenticidad de un producto.
La composición isotópica de los alimentos varía en función de diversos factores, como el lugar, la estación y las condiciones medioambientales en que se cultivaron. Por ejemplo, la cantidad y la proporción de isótopos de carbono de los tomates que se cultivan en un invernadero del norte de Europa durante el invierno son distintas a las de los que se cosechan en un terreno al aire libre de América del Sur durante el verano. Por ello, tras realizar análisis isotópicos mediante equipos especializados, los científicos pueden extraer conclusiones sobre el origen geográfico o botánico de los tomates, así como de otros alimentos de los que se tengan sospechas de fraude.
Mediante ese tipo de análisis, los científicos también pueden obtener información sobre los ingredientes de un producto alimentario y compararla con la información que se brinda a los consumidores en la etiqueta. Asimismo, pueden detectar la adulteración parcial o la sustitución completa de los alimentos con ingredientes de bajo costo que tienen estructuras químicas idénticas pero diferentes composiciones isotópicas. Por ejemplo, pueden detectar el uso de sabores sintéticos para sustituir los naturales, los jarabes de fructosa añadidos a la miel o los jugos preparados a partir de concentrados de naranja en lugar de naranjas frescas.
¿Qué papel desempeña el OIEA?
- En colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el OIEA ayuda a sus Estados Miembros a emplear técnicas nucleares y de base nuclear en estudios y programas sobre inocuidad y autenticidad de los alimentos, seguridad alimentaria y prácticas agrícolas sostenibles.
- El Centro Conjunto FAO/OIEA de Técnicas Nucleares en la Alimentación y la Agricultura ayuda a sus Estados Miembros a mejorar capacidades, en la legislación y los laboratorios, para el comercio de productos alimenticios inocuos y de calidad, así como la verificación de la autenticidad de estos productos mediante técnicas isotópicas.
- El Centro Conjunto FAO/OIEA recopila las mejores prácticas sobre el uso de técnicas nucleares para la verificación del origen de los productos alimenticios, como los lácteos, y brinda orientaciones al respecto.
- El Centro Conjunto FAO/OIEA ejecuta proyectos coordinados de investigación centrados en el uso de técnicas nucleares o de base nuclear para, entre otras aplicaciones, detectar el fraude alimentario.