En los teléfonos móviles, la batería es un elemento crítico. Cuando las apps obligan al sistema a un esfuerzo extra de recursos; este esfuerzo se refleja en un mayor consumo de batería que puede ser evitado de un modo contrario al que muchos creen.
Principalmente los jóvenes, una vez que dejan de utilizar una aplicación en el móvil, fuerzan el cierre de la misma en la creencia de que así mejora el rendimiento del dispositivo y, sobre todo, se ahorra batería.
Los propios desarrolladores de las plataformas móviles –iOS y Android– indican que hay que dejar la aplicación que no es usada abierta pero sin consumir recursos.
En el caso de iOS, un usuario anónimo logró arrancar unas contundentes declaraciones al respecto al mismísimo Craig Federighi, máximo responsable de la plataforma en Apple: preguntó abiertamente a Tim Cook en un email si él tenía por costumbre cerrar las apps en el iPhone y si esto mejoraba la batería; Federighi se adelantó a la respuesta de su jefe con un “no y no”, que zanjó el debate.
En Google también la respuesta al mito llegó de manera bastante parecida: un usuario de Android, esta vez empleando Twitter, le preguntó si mejoraba algo cerrar las apps a Hiroshi Lockheimer, máximo responsable de la plataforma. La respuesta no tardó en llegar y fue taxativa: cerrar las apps “podría empeorar las cosas”, explicó, “cierras algo que el sistema tiene que volver a abrir”, detalló.
En lo que respecta a los fabricantes, Samsung también confirmó que ese proceso de cierre está automatizado en sus móviles y que el usuario no tiene que hacer nada.
Pero, ¿por qué las plataformas dan la opción al usuario de cerrar ciertas aplicaciones? Lo permiten ya que ante una ralentización del sistema, un recalentamiento del móvil o un consumo excesivo, son ocasiones en las que es absolutamente necesaria la intervención del usuario.