Desde el Instituto de Investigación Sísmica de la Universidad de Tokio, han examinado las fases lunares acontecidas en las dos semanas anteriores a los grandes terremotos de las últimas dos décadas, y han encontrado un vínculo estadístico significativo entre la amplitud de las mareas (asociada a las fases lunares) y esos grandes seísmos.
Aunque la génesis de los grandes terremotos aún no se comprende por entero, el geólogo Satoshi Ide y sus colegas del departamento de ciencias de la Tierra, conjeturan que las fallas terrestres que están en un equilibrio precario, o a punto de deslizarse, pueden recibir el empujón definitivo debido a las fuerzas de las mareas.
Entender el fenómeno del movimiento del mar en relación al estado de la Luna requiere un conocimiento de la geometría de las fases lunares.
La luna llena y la luna nueva ocurren cuando el Sol, la Tierra y la Luna están muy cerca de hallarse alineados entre sí. Luna llena es cuando la Tierra está en medio del Sol y la Luna, y por eso vemos a la Luna totalmente iluminada por el Sol. Luna nueva es cuando la Luna está en medio del Sol y la Tierra, y por ese motivo no vemos la mitad de la Luna que está iluminada por el Sol. Cuando la alineación de los tres cuerpos es exacta, lo que tenemos es un eclipse.
Las dos fases extremas de la Luna (llena y nueva) son responsables de las mareas vivas, porque la gravedad del Sol se suma a la de la Luna para levantar el nivel de los océanos. En luna llena, Sol y Luna tiran del agua desde extremos opuestos; en luna nueva, tiran desde el mismo lado; pero en ambos casos el efecto es que las fuerzas gravitatorias de Sol y Luna se unen en vez de anularse, causando las mareas vivas.
Según detalles de la investigación publicados en revista Nature, en su espacio Geoscience, el grupo de especialistas analizó los terremotos de más de 5,5 grados de magnitud (incluidos el de Sumatra, Indonesia, en 2004, y el de Maule, en Chile, en 2010) y comprobó en paralelo que, por la contraria, los terremotos inferiores a esa intensidad no mostraban la misma correlación.
La idea más aceptada al intentar entender el origen de un terremoto, es que consiste en un fenómeno en cascada donde una pequeña fractura subterránea de la Tierra va creciendo en tamaño e importancia. Los geólogos de Tokio sostienen que no es la formación inicial de la fractura, sino su evolución hasta una gran fractura, la que se ve facilitada por las fuerzas de marea. Esto explicaría que las fases extremas de la Luna se correlacionen solo con los terremotos fuertes, y no con los débiles.
Las mareas, que pese a su nombre no solo actúan sobre el agua, sino también sobre los estratos sólidos donde están las fallas, alcanzan su máxima fuerza en luna llena y luna nueva. Visto esto, no resulta tan exótico pensar que las fases lunares extremas se asocien a los grandes terremotos.