El máximo de horas que uno debe trabajar para no estresarse, según la ciencia es de solo 25 horas a la semana, algo que sería beneficioso para el rendimiento cognitivo.
Un estudio reciente publicado en el Melbourne Institute Worker Paper de Australia, cuya investigación partió de una muestra de 3.000 mujeres y 3.000 hombres, indica que la sobrecarga laboral (55 horas semanales) desemboca en estrés y fatiga y a su vez ralentiza las capacidades neuronales.
Por otra parte, los investigadores comprobaron que los trabajadores que reducían su jornada a 25 horas semanales mejoraban su rendimiento cognitivo: memoria, razonamiento ejecutivo y razonamiento abstracto y conocimiento específico.
«A partir de los 40 años hay ciertas facetas de la mente que se ralentizan ligeramente y esa falta de concentración y cansancio se notará más a partir los 50 años. Pero seguir trabajando de forma moderada puede ayudar a mejorar la salud, a motivar intelectualmente, y se están empezando a estudiar fórmulas para compatibilizar la pensión con una jornada laboral», explica al respecto Isabel Aranda, doctora en Psicología del Trabajo y Organizaciones del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, en un artículo del diario El País de España.
Aranda cree también que en el futuro, «el trabajador de cierta edad podría reducir su jornada y empezar a cobrar parte de su pensión, al mismo tiempo que sigue cotizando».
Cada vez son más los estudios y publicaciones que sugieren las ventajas de la reducción de la jornada al modelo “four-day-week”. En el libro Time On Our Side, por ejemplo, a través de 12 ensayos se plantea no solo los beneficios psíquicos y físicos en el trabajador, sino también su repercusión positiva en la productividad empresarial, el reparto equitativo de tareas e incluso la reducción de la huella de carbono.
En el reciente Estudio Sobre la Conciliación en las Empresas, publicado por el Foro de Empresas Socialmente responsables de Málaga, también valora algunos cambios que podrían mejorar el rendimiento laboral. Su planteamiento no se limita a los trabajadores más veteranos y no propone una reducción de las horas, sino una “concentración del trabajo”.
Entre otras buenas prácticas, el estudio propone “implantar una jornada semanal comprimida, de tal manera que se trabajen más horas cuatro días a la semana y se descansen tres. En este caso se pueden establecer días diferentes de descanso según las necesidades de cada trabajador y de la producción de la empresa. Esta medida permite un horario más amplio de atención al cliente al mismo tiempo que facilita la conciliación”.