Alan Rosenthal nació en Villa Gesell hace 36 años. En 2006 se recibió de biólogo en la Universidad Nacional de Mar del Plata y tras muchos años de trabajo local y regional, partirá esta semana rumbo a la base Carlini, una de las seis estaciones científicas permanentes de la Argentina en la Antártida.
En las horas previas a subirse al primero de los dos aviones Hércules que lo llevarán hasta la zona norte del continente blanco, Alan charló con Telégrafo de la espectacular experiencia por vivir y de lo que significará atravesar una residencia que se extenderá, por lo menos, hasta mediados de 2019.
La base antártica Carlini se halla en la península Potter de la isla 25 de Mayo perteneciente al archipiélago de las Shetland del Sur. Sus actividades científicas están reunidas en el LACAR (Laboratorio Antártico Mutidisciplinario en Base Carlini) y en el Laboratorio Dallmann. Operada y administrada por la Dirección Nacional del Antártico, organismo dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, cuenta con los refugios Albatros y Elefante, un helipuerto y una zona en la que puede recibir aviones tipo Twin Otter durante todo el año.
Con muchos años como becario del Conicet y colaborador de la Agencia Nacional de Promoción Científica, Alan especializó su trabajo en las tortugas marinas y en tareas a favor de su conservación. Su interés por el medio ambiente y la fauna lo llevó a convertirse además en uno de los principales impulsores de la recuperación del ex Acuario de Villa Gesell.
“Desde que la Argentina firmó el tratado antártico se realizan muchas actividades científicas en las doce bases que tiene el país, la mitad de ellas operativas todo el año. El objetivo de mi trabajo será mantener los monitoreos ambientales que se realizan en distintos puntos de la península antártica, en mi caso, en el área de la base Carlini”, detalló Alan durante sus últimos preparativos de viaje.
Según contó el biólogo geselino, por estas épocas, en la región más austral del mundo “hay una amplia actividad biológica y una gran cantidad de biólogos que estudian la fauna del lugar y a las aves marinas. Hasta marzo trabajan en el lugar muchos físicos en una cooperación con otros países. Lo que haré por mi parte es colaborar en cada uno de los proyectos existentes. Para abril, por las condiciones rigurosas del clima, los biólogos se retiran del lugar y desde ese entonces seré el único científico en esa base”, adelantó.
Aunque podrá visitar el resto de las estaciones científicas argentinas, Alan permanecerá “aproximadamente 15 meses” en la base Carlini. “Aunque es una zona mundialmente libre de armas, allí hay apoyo logístico del Ejército y de la Fuerza Aréa, que asisten a los científicos”, precisó el especialista geselino. En verano, son más de 100 las personas en habitar el lugar. Durante el invierno, el número no supera los 30 recursos humanos.
En octubre pasado, el gobierno argentino lanzó la convocatoria para el viaje a la Antártida. Alan se anotó y quedó designado un mes después. “Tras volar a Río Gallegos y luego hasta una base chilena que tiene pista para aviones de gran envergadura, iré en una embarcación hasta la base Carlini. Ahí reemplazaré a la otra bióloga que está invernando desde hace un año y medio”, contó.
Consultado por la preparación previa para semejante travesía, Alan reconoció que los coordinadores del trabajo han hecho foco fundamentalmente en “la parte psicológica, por las condiciones extremas en las que se vive, los momentos del año en los que directamente no hay luz y la convivencia en un lugar confinado con un grupo de personas”. “Ellos ciertamente se encargan de elegir a alguien a apto para transitar todo eso”, aseguró.