Los autores de un estudio de la Universidad de Cambridge (Gran Bretaña) publicado en la revista Nature Communications han examinado el genoma de 452.302 individuos y han localizado, en 15 regiones diferentes, variaciones genéticas comunes asociables con la tendencia a la soledad.
En el artículo, difundido por el diario El País de España, los autores identifican las áreas del genoma (el conjunto de la información genética de un individuo) en las que variaciones individuales determinan una mayor propensión a la soledad o bien a escoger algunos tipos de actividad social. A los 15 segmentos relacionados con la tendencia al aislamiento, se suman seis asociados a la preferencia de ir regularmente al gimnasio, 18 a la de apuntarse a un grupo religioso y 13 a la de pasar el rato en un bar o un club social.
Para llegar a esas conclusiones, los investigadores británicos han comparado la información genética de medio millón de británicos con las respuestas de cada uno de ellos a un cuestionario con múltiples preguntas sobre su percepción de la soledad, el tipo de vida familiar y otros aspectos relacionados con la sociabilidad.
El hecho de que los genes influyan en estos aspectos de nuestra vida no significa ni mucho menos que sean el único factor determinante.
Los investigadores de Cambridge no se han limitado a registrar las observaciones sobre soledad y comportamientos sociales, sino que han estudiado si las variaciones genéticas que pueden influenciar estos aspectos tienen relación con otras características del individuo. La respuesta ha sido afirmativa en distintos casos. Los autores han notado, por ejemplo, una base genética compartida entre la soledad y la inestabilidad emocional o los síntomas de la depresión. También destacan una correlación inversa con el nivel educativo: a menos años de estudios corresponde una tendencia a mayor aislamiento social, según explican en su artículo.