La agencia espacial japonesa JAXA se apuntó otro avance en la investigación humana del espacio luego de que su sonda, Hayabusa 2, depositara dos pequeños vehículos móviles en la superficie de un asteroide por primera vez en la historia.
La Hayabusa 2 lleva varios meses en órbita alrededor de su objetivo, un pedrusco de alrededor de un kilómetro de diámetro llamado Ryugu. La sonda órbita a unos 20 kilómetros del asteroide, una distancia perfecta para ofrecer detalladas vistas. El último viernes los técnicos le ordenaron descender hasta solo cincuenta metros del suelo, soltar sus dos rovers en caída libre y volver a elevarse.
Ambos artefactos, gemelos, reciben el nombre de Minerva 2. Tienen el aspecto y tamaño de unas latas de conserva cilíndricas cubiertas de células fotoeléctricas para alimentar a sus equipos (principalmente, cámaras de televisión y medidores de temperatura). No necesitaron paracaídas ni sistema de frenado. La gravedad de Ryugu es tan débil que les llevó un cuarto de hora recorrer los cincuenta metros. Durante su caída aún tuvieron tiempo de fotografiar la nave nodriza, que remontaba el vuelo.
Al llegar al suelo, ambos artefactos rebotaron y acabaron descansando a pocos metros de distancia uno de otro. No tienen ruedas ni patas, pero pueden desplazarse; por eso se califican de rovers. En su interior llevan un contrapeso accionado por un motor eléctrico. Cuando este gira, se desequilibran y dan una pequeña voltereta. Así, golpe a golpe, pueden ir de un lugar a otro. Eso sí, sin prisa.
La sonda todavía dispone de tres rovers más, de los que se desprenderá en las próximas semanas. El mayor, de construcción alemana, va provisto de equipos que analizan la composición química del suelo.
Según detalla Rafael Clemente, ingeniero industrial, fundador y primer director del Museu de la Ciència de Barcelona en un artículo al respecto del diario El País de España, para poder acceder a capas más profundas del asteroide, que jamás han sido alteradas por la radiación solar, el Hayabusa 2 lleva a bordo una bala de cobre de un par de kilos de peso. Llegado el momento, la disparará contra el suelo, donde impactará a más de 2 kilómetros por segundo. El choque deberá poner al descubierto rocas prístinas y también proyectar al espacio una gran nube de fragmentos.
De hecho, se ha programado una maniobra para que la sonda, una vez eyectado el proyectil, busque refugio rápidamente al otro lado del asteroide para evitar el impacto de esa metralla cósmica.
Por último, la sonda descenderá una vez más hasta rozar el suelo con uno de sus sensores. Otro proyectil —esta vez mucho más pequeño— hará saltar esquirlas que serán recogidas por el propio dispositivo e introducidas en una pequeña cápsula. Luego, el Hayabusa 2 emprenderá regreso a la Tierra adonde, si todo va bien, deberá llegar el año 2020.