El ambicioso proyecto de ingeniería que comenzó a levantarse cuatro años atrás sobre Chernóbil, la trístemente célebre central nuclear de la Unión Soviética, inauguró esta semana la instalación del metal en forma de arco gigante que se ubica sobre los reactores, a fin de evitar fugas de radiación durante los próximos cien años.
La estructura móvil, la mayor fabricada hasta ahora, con un tamaño equivalente al de dos canchas de fútbol, estará lista por completo hacia finales del año que viene, cuando se habiliten los aparatos de control de radiación, los respiraderos y la protección frente a incendios.
En 2018, empezará entonces a desmantelarse el deteriorado sarcófago soviético que hasta ahora ha servido de barrera, edificado a contrarreloj por 90.000 personas en solo 206 días bajo la urgencia de la hecatombe, en lo que terminó por ser el peor accidente nuclear que ha sufrido la humanidad, iniciado aquel sábado 26 de abril de 1986 a las 1.23 de la madrugada en el reactor número 4 de la central, que explotó durante unas pruebas de seguridad.
Por el temor ante los efectos de nuevos escapes tóxicos, el Banco Europeo reunió 1.500 millones de euros para costear la nueva armadura, a cargo de las constructoras francesas Vinci y Bouygues.
Los números muestran la envergadura del nuevo monstruo de metal que hará de escudo frente a las partículas: 108 metros de altura, 162 de largo, 257 de ancho y un peso de 36.000 toneladas, cerca de cuatro veces el de la Torre Eiffel, y lo suficientemente amplio como para que en su interior quepa la Estatua de la Libertad o el Estadio de Saint-Denis, tal y como comparan en su web las empresas responsables del proyecto para dar una idea de su tamaño.