Un estudio piloto con un grupo reducido de personas de países distantes como Reino Unido, Italia, Rusia o Japón comprobó que las muestras de sus heces contenían partículas de policloruro de vinilo (PVC), polipropileno, tereftalato de polietileno (PET) y hasta una decena de plásticos diferentes.
Presentado en un congreso de gastroenterología en Viena (Austria) y difundido por el diario El País de España, el estudio contó con la participación de ocho voluntarios oriundos de otros países aparte de los citados: Finlandia, Polonia, Holanda y la propia Austria.
Durante una semana, las personas seleccionadas tenían que comer y beber lo de siempre, anotando todo lo que ingerían, si era fresco o el tipo de envase que contenía los alimentos. Al cabo de ese tiempo, investigadores de la Universidad Médica de Viena y la agencia estatal para el medio ambiente del país alpino tomaron muestras de sus heces.
Los resultados muestran que, de los 10 plásticos buscados, encontraron nueve de ellos. Los más comunes fueron el propileno, básico en los envases de leches y zumos, y el PET, del que están hechas la mayoría de las botellas de plástico. La longitud de las partículas oscilaba entre las 50 y las 500 micras. Y, de media, los investigadores encontraron 20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal.
Desde los años sesenta del siglo pasado la producción de plásticos ha crecido casi un 9% cada año.
La acción del agua, los microorganismos y la luz solar van degradando el plástico hasta reducirlo a pequeñas partículas de unas pocas micras de longitud (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro). Algunas son tan pequeñas que el plancton microscópico las confunde con comida.
Solo en 2015 se produjeron 322 millones de toneladas de plástico, según datos de la ONU. Era cuestión de tiempo que lo creado por los humanos volviera a ellos.