Un grupo de biólogos dirigidos por Jeffrey Lovich, del Servicio Geológico de EE UU, publicó en la revista BioScience un estudio que sostiene que de las 356 especies de tortuga cuyo linaje se remonta a más de 200 millones de años, aproximadamente el 61% de ellas están amenazadas o se han extinguido en tiempos modernos.
Los investigadores lamentan que la opinión pública en general no reconozca la difícil situación de las tortugas. “Las consecuencias de la disminución de sus funciones no se valoran debidamente ni se entienden suficientemente”, sostienen los autores del artículo, titulado ¿A dónde han ido todas las tortugas y por qué importa?
El equipo de Lovich enmarca el declive de las tortugas dentro de las funciones ecológicas perdidas. “Los descensos y las extinciones de poblaciones de tortugas a escala global significan que sus funciones ecológicas se ven ahora enormemente reducidas en comparación con los tiempos en que las tortugas eran más abundantes”, explican.
El artículo originario en inglés en Anthropocene
En el pasado, una sola hectárea de zonas históricamente húmedas y salubres, por ejemplo, podía contener casi una tonelada de tortugas acuáticas. Las tortugas terrestres normalmente inclinaban la balanza con casi 600 kilos por hectárea. En comparación, un estudio muy citado sobre herbívoros en una sabana africana calculaba su biomasa total por hectárea en 199 kilos.
Antaño las tortugas superaban a los elefantes y su carne mantenía a especies que se alimentaban de ellas o de sus huevos ricos en proteínas y grasas. Sus cuerpos en descomposición redistribuían nutrientes vitales por los entornos. Es posible que las tortugas “ocupen un puesto prominente en los ciclos minerales de algunos ecosistemas”, señalan Lovich y sus compañeros, “sobre todo en aquellos que sean deficitarios en calcio o fósforo”. Sin ellas, los ecosistemas de playa y dunas podrían estar condenados.