Pese a que resulta evidente que dormir es una función imprescindible, aún no se sabe por qué un puñado de privilegiados puede levantarse en excelentes condiciones con la mitad de horas de sueño que necesita alguno de sus congéneres.
Ante los interrogantes en torno a si se puede encontrar en los genes la clave de que algunos humanos necesiten dormir menos, Ying-Hui Fu, una investigadora de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) halló dos importantes respuestas.
La primera fue en 2009. Según cuenta el diario El País de España en un artículo al respecto, la investigadora había encontrado una familia en la que, sin un entrenamiento específico, una madre y su hija tenían el hábito de despertarse entre las 4 y las 4.30 después de cinco o seis horas de sueño. Fu decidió tomar muestras de sangre de toda la familia en busca de la particularidad que permitía a las dos mujeres dormir menos que sus parientes. La respuesta parecía encontrarse en una mutación del gen DEC2 que ellas poseían y de la que carecían los familiares que tenían una pauta de sueño convencional. De media, quienes tenían la mutación dormían 6,25 horas diarias frente a las 8,06 de los que no la tenían.
Para tratar de confirmar si era la mutación la que permitía dormir menos a las dos mujeres y no se trataba de otros factores que se les habían pasado por alto, Fu y su equipo crearon ratones modificados para tener esa misma variante genética. El resultado fueron unos roedores que dormían menos que los ratones convencionales.
Esta semana, Fu publicó en la revista Neuron un nuevo estudio en el que identifica otro gen relacionado con el sueño escaso pero saludable. Como en la ocasión anterior, encontró una familia especial en la que identificó a tres generaciones sucesivas de individuos que necesitaban poco sueño. Además, ninguno de ellos tenía la mutación del DEC2. Un rastreo de su genoma identificó una mutación en otro gen, el ADRB1, que estaba asociada con un sueño breve y reparador.
En este nuevo trabajo, los investigadores de la UCSF también crearon ratones modificados para entender cómo afecta la mutación a la necesidad de sueño. Así descubrieron que el ADRB1 está muy expresado en el puente troncoencefálico, una región del cerebro clave en la regulación del sueño. Después, con técnicas de optogenética, que utilizan luz para activar determinadas células, estimularon las neuronas en las que veían expresado el gen. Este estímulo hizo que los ratones que dormían se despertasen, confirmando que la mutación del ADRB1 promueve el estado de alerta.
Fue ha observado que las personas que no necesitan tantas horas de sueño de forma natural suelen ser más felices y tienen más energía. Por el contrario, otros análisis genéticos, como el publicado en marzo de este año en Nature Genomics por un equipo liderado por Richa Saxena, del Hospital General de Massachusetts, han hallado correlaciones entre los genes que favorecen el insomnio y los que aumentan la propensión a sufrir enfermedades psiquiátricas como la depresión o la esquizofrenia e incluso la diabetes tipo 2. En muchos casos, los genes eran los mismos. Indicios como este sugieren que las mismas mutaciones que permiten dormir menos, pueden ser una señal de un sistema nervioso más fuerte y una mejor salud general.