Más allá de las series y de la historia oral de los pueblos nórdicos de la región geográfica de Escandinavia, compuesta por los países germánicos de Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia, no hay muchas referencias a la presencia vikinga en América.
La prueba más consistente es un yacimiento arqueológico ubicado en la isla de Terranova, en el extremo noreste de Canadá, llamado L’Anse aux Meadows (en español, la ensenada de las medusas).
Hallado en los años sesenta del siglo pasado, se encontraron en ese lugar pruebas de que aquellas casas habían sido levantadas por los vikingos. Una de ellas es el corte angular y preciso en las maderas, algo que solo se podría haber hecho con herramientas metálicas que los habitantes originales de esa región canadiense desconocían.
De esa tradición oral y por el estilo arquitectónico de las edificaciones, los historiadores creen que L’Anse aux Meadows se erigió en torno al final del primer milenio. Aunque la fecha exacta se desconocía, un grupo de científicos ha podido fechar ahora no cuándo llegaron los vikingos a América, pero sí cuándo ya estaban.
En un artículo al respecto el diario El País de España brinda detalles de una investigación que se publicó en el último número de la revista Nature donde a través de una ciencia conocida como dendrocronología se usan los anillos de los árboles como marcadores del tiempo. La disciplina se apoya en el hecho de que diversos elementos de la tabla periódica varían su composición atómica (isótopos) mediante radiación a un ritmo conocido.
En diálogo con el citado medio ibérico el investigador de la Universidad de Groninga (Países Bajos) y director de la investigación Michael Dee, explicó algunos pormenores de las deducciones realizadas: “Los árboles absorben carbono de la atmósfera y lo incorporan a sus anillos en su crecimiento y parte de ese carbono es radiocarbono”, precisa Dee. Aprovechando los datos obtenidos de una tormenta solar que llegó a la Tierra en 992, se determinó que aquel año esos niveles se dispararon.
“Existen registros de anillos en todo el mundo formados por la madera de árboles milenarios o la conservada en pantanos o turberas en los que se conoce con exactitud el año de crecimiento de cada anillo”, agrega Dee.
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— Telégrafo (@telegraficos) March 25, 2021
Entre el sol y los árboles
Con la dendrocronología no solo se sabe la edad de un árbol. Al atrapar las condiciones ambientales, los troncos pueden contar historias sobre pasadas glaciaciones, erupciones volcánicas, cuándo se invirtieron los polos magnéticos o que está pasando con el cambio climático.
“Se descubrió en estos registros un pico en la concentración de radiocarbonos en el anillo que se corresponde al año 993″, es decir, al año siguiente de la tormenta solar, cuyos rayos cósmicos habrían elevado la concentración de carbono 14 en la atmósfera.
Lo que hicieron en el centro de investigación con isótopos fue analizar tres trozos de madera cortada encontrados en L’Anse aux Meadows. Los tres proceden de distintos árboles (un abeto de Navidad, un enebro y una tuya) y los tres tienen grabada la anomalía del 993.
“Al medir la concentración de radiocarbono en los anillos de la madera vikinga, pudimos encontrar ese mismo pico y saber de ahí que ese anillo es del 993. Ya solo teníamos que contar hacia el borde de la corteza para determinar cuándo se formó el último anillo, es decir, cuándo talaron el árbol. Aplicamos el mismo método a los tres trozos de madera diferentes de tres árboles distintos y todos devolvieron la fecha de corte del 1021″, explica el científico holandés.
¿Qué se sabe de la permanencia de los vikingos en América?
Aunque las pruebas de que los vikingos llegaron a América casi 500 años antes que Colón se afianzan, su presencia en el continente no parece haber sido muy extensa y no hay registros fehacientes de más lugares como el de la ensenada de las medusas.
Al respecto el investigador holandés fue claro: “Científicamente no podemos decir mucho más sobre el tiempo que estuvieron allí. Pudieron pasar un año o varias veces en estancias cortas. O quizá permanecieron algo más, puede que una década. Todas las pruebas arqueológicas sugieren que su estancia fue relativamente breve”.