Juan Sartori, el multimillonario que quiere ser presidente de Uruguay

Juan Sartori vive en el extranjero desde hace 20 años, apareció de la nada hace unos meses anunciando su candidatura por el Partido Nacional de centroderecha y confirmó esta semana sus aspiraciones desde Montevideo.

Joven, con el sello de empresario exitoso, pronto se reveló como un millonario con ambiciones políticas de manual: es propietario de grandes extensiones de tierra en Uruguay, dueño del equipo de fútbol inglés Sunderland FC, posee un portal de noticias uruguayo y está casado con Ekaterina Ryvolovleva, hija de un magnate ruso (también de manual) acostumbrada a recibir regalos como la isla de Skorpios, famosa por haber pertenecido a la familia Onassis.

La irrupción de Sartori es una primera prueba para Uruguay, que se prepara para unas elecciones clave en las que se definirá el relevo de los principales dirigentes del gobernante Frente Amplio (FA) y se pondrá a prueba la estabilidad del sistema uruguayo en una región convulsa, con el surgimiento de fenómenos nuevos y hasta exóticos como el de Bolsonaro en Brasil.

La campaña de las internas de los partidos ya está presente en los medios, redes sociales y en las calles. El próximo 30 de junio se celebrarán las primarias abiertas a toda la población, que serán el preludio de las presidenciales de octubre, en las cuales los nombres de los candidatos son, por ahora, más importantes que sus programas y propuestas de gobierno.

Estas elecciones uruguayas son previsibles (el FA parte favorito) y totalmente inciertas a la vez, ya que los sondeos han dejado de servir de brújula y los electores dan señales de desencanto ante la política tradicional.

Se podría decir que un hombre como Sartori no tiene ninguna posibilidad en un país estable y conservador, donde la exhibición de la riqueza está mal vista, hay un culto a la clase media y se huye de las estridencias. Pero en unas elecciones inciertas, las campañas a golpe de talonario, con asesores de comunicación y una fuerte presencia en las redes sociales, podría cambiar la ecuación política uruguaya.

 

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