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Lotes con servicios en Villa Gesell: se terminó el sufrimiento de vivir para alquilar

Verónica Jimena Sendón tiene 45 años y ya no sabe distinguir la diferencia entre vivir para alquilar o alquilar para vivir. Desde que quedó embarazada en su adolescencia, tuvo que mudarse más de quince veces porque nunca pudo tener un techo propio bajo el cual dormir con sus hijos. Pero eso está por terminarse: su número, el 316, salió elegido en el tercer sorteo del programa “Lotes con servicio” que organiza la municipalidad de Villa Gesell.

“Es mucha emoción junta, es empezar a ver concretado un sueño”, resume sus sentimientos Jimena unos días después de enterarse que el camino se acorta y está cada vez más cerca de ser propietaria. “A los 18 fui madre por primera vez, tenía trabajos informales, me costaba mucho sostenerme, entonces viví un tiempo de prestado. Después con una mejor condición laboral empecé a alquilar, pero siempre me pregunté cuándo iba a tener mi propia casa”, dice en conversación con Telégrafo y sonríe: “Ahora estoy más cerca”.


Fue el sábado 16 de octubre cuando se realizó el sorteo de 113 terrenos en el predio de Paseo 130 cortada y avenida 30 bis ante la presencia de los casi 1300 inscriptos. Jimena no pudo ir, tuvo que trabajar, como la mayoría de sus días. Pero un amigo de ella se hizo presente y cuando en la pantalla de su celular vio que la llamaba para darle la buena noticia no pudo más que apretar el ícono verde y llorar.

“Así estuve varios días, cada vez que lo contaba se me caían las lágrimas, no puedo pensar en otra cosa que no sea esto, cuando me levanto y a la noche antes de dormir”, cuenta. Ahora lo que quiere es “hacer algo” porque la felicidad la impulsa a seguir luchando para levantar las paredes y conseguir lo que tanto anhela. “Apenas gané el sorteo entré a la página del Procrear y me inscribí”, se ríe.

 

Verónica vivió en cerca de 10 ciudades diferentes antes de ser residente de Villa Gesell. (Fotos Ricardo Stinco)

 

Historial: 17 mudanzas

Nacida en el barrio de Once, la primera vez que se mudó con su beba Jimena terminó en Ramos Mejía. Lejos de ser el definitivo, ese fue el primero de una larga lista de destinos: Pacheco, Lomas del Mirador, Mataderos, Liniers, San Justo, Villa Luro, Ciudadela y Villa Constructora.

Fue en 2008 cuando decidió ponerle fin al ruido de la gran ciudad y escuchar a su amiga geselina que le recomendaba mudarse a la costa. “Necesitaba una opción tranquila, sobre todo para criar a los chicos en un entorno más cálido”, recuerda. En ese momento Jeremías tenía 2 años y Salomé con 14 “entraba en la adolescencia y empezaba con un montón de miedos”.

“Desde que estoy acá, siempre alquilé. Pero por una cuestión de la dinámica local, es muy difícil. Al ser un destino turístico, muchas veces pasa que los dueños sólo alquilan durante el invierno y te piden que por favor dejes la casa para el verano. Si tenés un contrato intentás que se respete, pero cuando alquilás de manera informal quedás en una irregularidad que termina perjudicándote”, explica la mujer.

 

 

Esa situación que relata es la que debe enfrentar cualquier geselino nativo y por adopción que no cuente con la posibilidad de tener un techo propio. Más allá de que siempre le avisaron “en tiempo y forma” que tenía que dejar la vivienda, Jimena afirma que “es muy duro porque te quedás sin lugar donde vivir”.

Sumado a ese panorama, la oferta es muy escasa en Villa Gesell: “Lo bueno sale rapidísimo y quedan propiedades de baja calidad o que le faltan servicios como por ejemplo gas que es super necesario para pasar el invierno, entonces tenés que invertir dinero para ponerla en condiciones cuando ni siquiera es tu lugar”. Fueron ocho las mudanzas que tuvo que afrontar Jimena con su familia en Gesell: 109 y 4, 111 y 5, 107 y Circunvalación, 7 y 123, 10 y 123, barrio La Calandria, 135 y Boulevard.

 

Poco tiempo después de salir sorteada, Verónica se anotó en el Procrear. (Fotos Ricardo Stinco)

 

El número de la suerte: 316

Cuando el municipio abrió la convocatoria al programa “Lotes con Servicios”, Jimena no dudó ni un segundo en anotarse: “Fui la primera semana, me faltaron papeles y por eso me dieron el número 316, pero fui de las primeras”.

Como dice ella, “el recorrido para sobrevivir” la llevó por diversos trabajos, estudios y profesiones. Hoy es trabajadora social y profesora en diferentes instituciones educativas donde dicta materias como sociología y psicología. 

“El ingreso de un docente por lo general no te permite comprar una casa, pero como es medianamente fijo (a veces se reduce cuando se termina una suplencia) pude anotarme en el programa”, celebra.



 

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