El coronavirus no para de mutar: ¿por qué inquieta la variante sudafricana ómicron?

Denominada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con la decimoquinta letra del alfabeto griego, ómicron es una nueva versión del virus Sars-Cov-2 identificada hace pocos días en Sudáfrica y que ha llevado rápidamente a un cierre de fronteras en la Unión Europea, Japón, Brasil, Canadá e Israel para toda persona oriunda del sur de África.

La medida es una clara señal de la preocupación que genera la nueva variante del coronavirus, detectada en este mes de noviembre y sobre la que los primeros estudios muestran una extensión muy rápida: en la austral región del continente africano, en menos de dos semanas pasó a dominar todas las infecciones restantes del virus.




Mientras que en el Reino Unido ya se detectaron dos casos de la nueva mutación y en Alemania las autoridades consideran “muy probable” la existencia de al menos un paciente con esta cepa, del otro lado del océano Atlántico, en América, la situación llevó a la gobernadora del Estado de Nueva York, la demócrata Katy Hochul, a declarar el estado de emergencia como medida preventiva, en el marco de días de mucha movilización en Estados Unidos con motivo de la celebración del llamado día de Acción de Gracias.

Las noticias acerca de la nueva variante han sacudido los mercados de todo el mundo y el impacto ha sido especialmente notable en EE UU. El índice Dow Jones registró sus peores resultados en más de un año.

 

 

Ómicron, también llamada B.1.1.529

La variante ómicron preocupa porque presenta más de 30 mutaciones en la proteína de la espícula, la parte del virus que logra abrir las células humanas e infectarlas.

Aunque algunas de estas mutaciones ya se habían observado en versiones anteriores como la delta, registrada en India y asociada con una mayor transmisibilidad y cierta capacidad para escapar de las defensas del cuerpo humano -tanto las naturales como las generadas por las vacunas-; la nueva variante presenta esa serie de mutaciones pero no así combinadas.

Citado por el diario El País de España en un artículo al respecto de ómicron, el genetista Jeffrey Barrett del instituto inglés Wellcome Sanger -que dirige un equipo que ha secuenciado decenas de miles de genomas-, detalló en sus redes sociales que nueve de las mutaciones observadas en la B.1.1.529 ya se habían identificado en otras variantes preocupantes: “Tiene una muestra sin precedentes de mutaciones previamente vistas en alfa, beta, gamma [la asociada inicialmente a Brasil] y delta”, señaló en ese sentido.

 

 

La preocupación de muchos científicos como Barret es que otras mutaciones inéditas puedan convertir al coronavirus en algo todavía más peligroso. “Ver esta combinación ahora, junto a todas las demás mutaciones, es desalentador”, alertó en esa línea el genetista.

Por su lado, la epidemióloga británica Susan Hopkins, del Imperial College de Londres, afirmó en declaraciones a la emisora BBC Radio 4 de que esta nueva variante es “la más preocupante” hasta la fecha, y el bioquímico estadounidense Jesse Bloom publicó análisis preliminares sobre los anticuerpos que indican que la variante B.1.1.529 tendrá “más éxito que cualquier cosa que hayamos visto hasta ahora”.




Las versiones del virus más virulentas

La teoría de los científicos es sencilla: el coronavirus no para de mutar y como todos los virus acumula cambios. En el caso del nuevo Sars-Cov-2, por mes, hay registradas al menos dos grandes modificaciones en su conformación. Cuantas más personas infectadas haya en el mundo, mayor es la probabilidad de que surja por azar una versión más contagiosa o virulenta.

Aunque las muertes por el momento están en descenso en el mundo, cada semana todavía se registran más de tres millones de nuevos casos.

¿Por qué en Sudáfrica?

El director general de la Organización Mundial de la Salud, el biólogo etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, ya advirtió en julio de que las variantes del coronavirus, como la delta, estaban “ganando la carrera contra las vacunas”.

El problema, aseguró, es el “nacionalismo vacunal”, sostenido por el monopolio de la vacunación en los países ricos mientras la ausencia de inmunidad en las regiones más pobres facilita la aparición de nuevas variantes. Solo el 24% de los ciudadanos de Sudáfrica están completamente vacunados.



 

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