La historia de Ismana: de un ovni en La Costa al arte liberador 15 años después

La tarde del viernes 3 de agosto del 2001 significó para Gabriel Ismael González un auténtico quiebre en su vida. Por aquel entonces, este técnico en montajes de ascensores con residencia actual en la localidad de San Bernardo, vivía en la ciudad de Buenos Aires, a donde su sueño de ser futbolista profesional lo llevó para probar suerte en el club Colegiales.

Libre durante ese fin de semana, Gabriel decidió retornar por unos días al partido de La Costa, donde desde pequeño cursó su educación primaria hasta el año 1995, cuando partió para CABA. Su objetivo deportivo lo mantenía activo, por lo que eligió salir a correr por la playa en un jornada que terminaría convirtiéndose en bisagra.


Al llegar al límite con la localidad de Costa Azul, sobre la zona en donde un barco a vapor se hundió hace cerca de un siglo, Gabriel experimentó un encuentro cercano del segundo tipo. El episodio, conocido bajo la denominación de La Caldera, hace referencia a la parte del casco del navío que quedó aún visible décadas luego del naufragio.

Cerca de 20 años después, a partir de su experiencia con la ufología -disciplina que estudia los ovnis u objetos voladores no identificados-, Gabriel se considera un artista gráfico amateur y creó en tal sentido Ismana Art. “No estudié en ningún lugar, no tengo una tecnicatura, no tengo un estudio profesional”, reconoce al respecto. El éxito de sus creaciones, sin embargo, le pronostica un porvenir auspicioso.

 

Una de las creaciones artísticas de Gabriel Ismael González.

 

Ovni en La Costa

“Esa tarde en que comencé a realizar mis ejercicios para mantenerme en forma, salí a trotar, primero por avenida San Bernardo hasta calle costanera. Cuando llegué ahí, me sentí bien y me propuse ir hasta La Caldera, por la orilla de la playa. Al arribar al lugar me detuve para cambiar el aire y ponerme a elongar y ahí fue que empezó todo”, relata Gabriel en conversación con Telégrafo.

“En el fondo del agua del mar veo una luz fuerte, me llamó la atención el color, un color ámbar, al principio no le dí mucha atención. Uno está acostumbrado a ver las luces de los barcos pesqueros. Sin embargo levanté de nuevo la vista y la luz estaba más cerca. Me pareció raro, porque no podía estar tan cerca de repente. Desde ese momento cambió todo, la luz empezó a acercarse cada vez más, ya con un color caoba y púrpura, se acercó bastante, me quedé parado fijo, llegó un momento en que frenó, a una distancia de 15 metros”, describe Gabriel sobre el fenómeno.

“La luz quedó suspendida en la zona en que las olas se elevan a su altura máxima antes de romper. La luz estaba quieta, se posó sobre el agua, a un metro de la cresta de la ola. De la luz que emanaba se podía ver el agua transparente, se podía ver del otro lado del agua”, recuerda el artista costero.

“Esa luz no emitía sonido, y yo no podía llegar hasta ahí, no lograba descifrar si era una esfera o un plato. Era tanta la luz, aunque no te daba rechazo, te encandilaba y te daba como una sensación de paz. Era un color que realmente nunca había visto ni volví a ver”, asegura.

Conforme avanza el relato, el episodio se vuelve emocionante: “En todo momento fuí consciente de lo que pasaba. Pero no del tiempo que pasó. Empecé a darme cuenta, a reaccionar, a preguntarme ¿qué es esto?. Quise empezar a caminar para atrás y me dí cuenta que no podía moverme, ninguna extremidad, no podía hablar, mucho menos gritar. Aunque por dentro sentía que podía agarrarme pánico, el asunto es que sentí que me desvanecía, que me caía, no podía sentir el cuerpo. Y finalmente así fue, caí hacia adelante como un poste, sin poder poner las manos, no tenía autonomía, quedé tirado sobre la zona de la arena que queda mojada”, contó.

Desde el suelo, Gabriel cuenta que observó el reflejo de la luz sobre su cuerpo. “Se posó sobre mí, a dos o tres metros, mientras yo estaba de costado. Sentí como un calor y de golpe esa luz se fue, nunca ví cómo ni cuando”, describe.

 

Ismana Art se vincula con la ufología.

 

Efectos

Luego de que la esfera desapareciera, Gabriel comenzó a recuperar lentamente el control de su cuerpo. “De a poco pude empezar a mover los dedos de mis manos, luego los pies, y logré sentarme donde me había caído. Pero estaba asustado porque aún no podía controlar todo el cuerpo. Mi cabeza era un mar de preguntas, de toda imaginación posible. Cuando empecé a sentir que podía mover mis piernas, me levanté, me quedé un rato parado y ahí comencé a sentir dolores. Uno en el dedo anular de mi mano izquierda y otro debajo de mi mentón. El dedo estaba doblado, como dislocado, y así me lo dejé hasta el día de hoy. Y debajo del mentón tenía un corte, del que hoy tengo todavía marcas”, relata.

Las sorpresas no terminaron. “Luego noté, primero de reojo, que había un circulo alrededor de donde había estado tirado, parecía de salitre, y sobre esa salitre, había almejas, las cuales estaban vivas e incluso querían meterse dentro de la arena. Eso me terminó de impactar y ahí sí fue que tuve mucho temor. Lo primero que hice fue salir corriendo por una calle hasta la avenida Mendoza, que es la principal de Costa Azul, donde estaba todo más iluminado, había algunos locales. Si bien es un pueblo demasiado tranquilo, al ver casas, me equilibré. Me senté un rato sobre el paredón de una casa y me pedí un remise para volver a lo de mis padres”, cuenta Gabriel.

 

Gabriel Ismael González hace trabajos a pedido.

 

Tabú

Lo más complejo de la historia para Gabriel, probablemente, arrancó recién después de experimentar el fenómeno.

“El tema de la ufología era algo muy tabú en esa época, no era muy normal hablar de estas cosas. Por eso recipén ahora me animé a contarlo, en ese entonces no era fácil, tras que fue raro, contárselo en primera mano a alguien hubiera sido extraño. Tenía miedo del famoso qué dirán, de las cargadas. No me animé a hablarlo con nadie. Hoy en día uno puede tomarlo de otra manera, ya lo reconoce el Pentágono, sale en los noticieros, los avistajes son más comunes. En el 2001 hablabas de eso y eras un raro. Más que nada por los perjuicios, todo eso lo absorví, traté de asimilarlo, pensé en la religión, si era un ángel lo que se había aparecido, sostenido en esto del ser humano que siempre trata de encontrarle una explicación a todo”, analiza Gabriel, distancia temporal de por medio.

“Fueron cuatro años que estuve en una posición retraída. Nunca me quedé tranquilo, me había cerrado tanto al punto de que me desagradaba. Empecé a buscar y a investigar, si había casos similares, si había alguien que había vivido algo así. Ahí empecé a meterme en el tema de los ovnis, antes no creía o directamente no le prestaba atención al asunto. Y encontré que existían distintos casos, que hubo distintos encuentros. Fue cuatro años después, en el 2005, cuando buscando información en la revista Muy Interesante encontré un banner de un artista que era justamente sobre ovnis. Eso me impactó, era un trabajo sencillo pero decía mucho para mí. Ahí me dí cuenta que yo podía expresar lo mío de la misma manera”, describe.

 

El arte gráfico como forma de canalizar un encuentro del segundo tipo.

 

Arte liberador

Gabriel comenzó a dedicarse al arte gráfico vinculado a la ufología como forma de canalizar el encuentro del segundo tipo que experimentó. Y sus amigos, gustosos de sus creaciones, empezaron a alentarlo a que siga por ese camino.

“Comencé de a poco, de modo personal, para mis conocidos, después al crecer, formé una familia y me aparté un poco del tema. Lo había dejado en pausa. Aunque mi oficio es otro y yo no vivo de esto, entre fines del año pasado y comienzos de este 2020, momentos antes de la pandemia, sentí que me había quedado pendiente seguir en el tema. Ya me había hecho de un grupo de personas que siempre me decía que continuara con los dibujos y empecé de nuevo, hasta encontrarme con tener más aceptación que antes”, cuenta.

Con la ufología ya muy diversificada por todo el mundo, Gabriel se sintió mejor en torno al tema y retomó con más ganas su arte. “Empecé a ser más conocido en el ambiente, con el boca en boca. Y continué ampliándome hasta que en septiembre pasado, con la apertura que existe en la sociedad respecto a esto de la ufología, decidí contar lo que me pasó aquella tarde del 2001. Simplemente hice un guion de lo que me pasó que tuvo mucha repercusión”, describe.

 

 

Gabriel hace trabajos a pedido, para canales de YouTube o producciones audiovisuales en otros países de Sudamérica y suma cada vez más “seguidores”. “No me gusta decirles fans porque yo no soy famoso, son seguidores”, aclara.

“El arte es una expresión donde no hace falta tanto estudio académico sino sensaciones de cómo expresarlo. Nunca hago nada súper exagerado, no haré un platillo volador saliendo de un volcán, con dragones volando. Trato de transmitir de modo sencillo las cosas, para captar la atención de lo que quiero decir. Sobre todo me dedico a producir casos que hayan sido verídicos”, afirma.

Con participaciones en varios concursos, entre ellos Arte Único, del famoso fernet Branca, y otro de la Unesco, al que fue especialmente invitado, Gabriel busca redefinir su profesión principal a partir del especial episodio vivido hace dos décadas en las playas de La Costa.


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