El deporte no tiene género: dejen jugar a Renata

Renata está a punto de cumplir 11 años y desde los seis juega fútbol mixto en el club San Lorenzo de Villa Gesell. Sin embargo, por un atraso del reglamento en cuestión de género, el 2022 podría llegar a ser su último año en una categoría competitiva hasta que tenga la edad suficiente para ingresar a primera división donde el deporte se divide en femenino y masculino.

Por esa razón, su mamá Nadia Díaz comenzó a pelear una batalla a contra reloj que deberá ganar antes que la niña cumpla 12 y quede fuera de juego.

 

Renata practica fútbol mixto desde los 6 años pero desde que empezó a caminar juega con una pelota. (Fotos Ricardo Stinco)

 

“Dentro de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) no hay nada que impida ni que avale el fútbol mixto, entonces las ligas locales son las que terminan resolviendo sobre la marcha si lo permiten o no”, explica a Telégrafo la luchadora de los sueños de su hija. En el caso de la Liga Madariaguense, la edad máxima para pertenecer a un equipo mixto es 12.

El problema son los cuatro o cinco años que perderá Renata o cualquier otra nena es su situación hasta entrar en un equipo de primera división femenino “si es que puede seguir entrenando y no abandona en el camino”. “Porque no es lo mismo jugar de manera informal en canchas sintéticas, de cinco contra cinco o en un torneo relámpago, que hacerlo en una competencia oficial”, señala Díaz.




Los pedidos en concreto

Por la relevancia que tomó el caso de Renata, la senadora bonaerense Flavia Delmonte presentó en el Senado provincial un proyecto para que AFA contemple al fútbol mixto.

Pero ese no es el único pedido que lidera la madre de la nena. El club San Lorenzo, elevó un pedido a la Liga Madariaguense para que se aumente la edad límite de las categorías mixtas hasta al menos 13 años y que además los clubes que cuenten con primeras divisiones femeninas (en la zona tienen casi todos) se comprometan a generar ligas sub 15 sólo para mujeres.

De esa forma las chicas de 13, 14 y 15 tendrían dónde jugar de manera competitiva.

 

 

La mayoría de los concejales de Villa Gesell se sumaron al apoyo que la Municipalidad brindó a Nadia y Renata, incluso a mediados de mayo sellaron ese compromiso con la familia en una reunión donde estuvo presente el intendente Gustavo Barrera, la directora de Gobierno Sofía Tineo, el Secretario de Cultura, Educación y Deportes Manuel Artieda, y la responsable del Área de las Mujeres y Políticas de Género Sandra Chirino.

Además, la mamá de la jugadora se encuentra en diálogo continuo con la Asociación Femenina de Fútbol Argentino (Affar).

Deudas que dejan huellas

Nadia Díaz forma parte de la dirigencia del club San Lorenzo de Villa Gesell y además es entrenadora. Sin embargo, no juega al fútbol. Cuando era chica y le dijo a su mamá que la anote en ese deporte, les dijeron que eso no iba a pasar porque no existía ninguna categoría que contemplara su género. Tuvo que arrancar hockey y aunque hoy lo ama sabe que la espina por no poder jugar fútbol saldrá solamente cuando Renata cumpla su sueño.

A nivel país venimos atrasados con el fútbol femenino hace mucho tiempo”, resume y con esas palabras recuerda que desde el Club fueron muchas las medidas que comenzaron a tomar hace algunos años para incluir de esa forma a las chicas en un ambiente menos masculino.

“Hay que pensar que una nena de 5 años que quiere hacer fútbol, viene y todos sus compañeros son varones, el profesor es varón, el ayudante es varón y encima los adultos le trasladan su miedo a que la golpeen”, distingue y agrega: “Necesitan un entorno diferente con otro tipo de contención”.

 

 

Actualmente en el club hay tres entrenadoras mujeres y otras tres en la dirigencia. Eso ayudó mucho a sumar jugadoras.

Es importante también pensar en la igualdad de los equipos femeninos y masculinos. “Acá las chicas de primera división tienen indumentaria especial, short más cortos, camisetas entalladas, y se consiguió que los sponsors sean los mismos”, cuenta.

 

 

Una imagen vale más que mil palabras

Marcela le dio la teta a su bebé, agarró el bolso con los pañales, las toallitas, una muda de ropa, el abrigo, el cambiador, el talco y otras cosas; se lo colgó de un hombro y en el otro puso la mochila que había preparado la noche anterior con botines, camiseta y short.

Así, toda cargada y arrastrando el cochecito con Francisco adentro se fue caminando al club. Era jueves y sabía que ese día su entrenador le tenía preparado una práctica especial, se lo había dicho el martes anterior.

Ya en la cancha y con la 10 puesta, dejó a Francisco a un costado y se dispuso a hacer el ejercicio de definición al arco que Jorge le preparó. Esa tarde, el gordito estaba un poco molesto y no quiso dormirse en el camino. Por eso, cada vez que Marcela pateaba, antes de volver a su posición se acercaba al cochecito a hamacarlo un ratito.

Mientras se esforzaba por hacerlo bien y sentía la presión de no fallarle al equipo, pensaba en que el invierno se acerca y las tardes son cada vez más frías para llevar al gordito. Pero otra opción tampoco tiene.

“Mi marido trabaja y no tengo con quien dejarlo, y si no lo llevo no puedo entrenar”, contó a Telégrafo la delantera que lucha por superarse día a día. Hace tres años que juega al fútbol y cuando supo que estaba embarazada tuvo que abandonar por un tiempo, hasta que decidió llevar a su hijo al entrenamiento.

Aquel día, desde la tribuna Nadia Díaz la miraba y pensaba en el esfuerzo que Marcela y otras jugadoras mamás hacen por no abandonar su sueño.




¿Y por qué Renata se va a ir?

Cuando Nadia y los entrenadores les contaron a los compañeros de Renata que el año que viene probablemente tenga que dejar de jugar con ellos, los nenes no pudieron creerlo.

Se preguntaron: “¿Y por qué?, si es una más de nosotros”.

 

Desde la tribuna de San Lorenzo de Villa Gesell, Renata observa la cancha que la vio crecer. (Fotos Ricardo Stinco)

 

A pesar de ser la única en la categoría 2010 (hay una en 2012, cuatro en 2013 y cuatro en 2016, pero las dos últimas son sólo formativas no competitivas), Renata no siente diferencia. “Somos todos compañeros”, dice. Ni siquiera se siente intimidada en el vestuario donde en palabras de los propios chicos todos se cambian juntos “como si estuvieran en la playa”.

“Renata no se va, no se va, no se va”, le cantan cada vez que la ven y le estrujan el corazón. Es que comparten una cancha desde los 5 años y más que compañeros ya parecen familia.

“No me gustaría dejar el equipo porque otros piensen que hay diferencia entre nosotros, no es así”, concluyó.

El fútbol para Renata es amor, pasión y amistad. Es lo que más le gusta hacer y el dolor que siente por tan sólo pensar en la opción de no poder tenerlo lo siente insoportable.

 

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