Con pandemia, en el siglo XXI la educación va a caballo

A fines de mayo se hizo viral en las redes sociales la imagen de Jeremías, un niño que vive en una zona rural de provincia de La Pampa, andando en su caballo “Peludo” leyendo un cuaderno. El bayo camina despacio buscando la loma en el campo para que, su jinete de siete años, pueda encontrar señal de teléfono y poder enviarle las tareas a su seño de segundo grado.

A muchos, esas imágenes los llenan de orgullo, hinchan el pecho, emocionan, ¡les hace sentir más argentinos! ¿Por qué? ¡Porque así se hace Patria, con sacrificio!

Otro posible análisis es más crudo, nos interpela y también ponen a la luz la situación educativa, más aun en este contexto de pandemia mundial. Jeremías es una realidad, pero no solo en esta cuarentena.

 

 

La otra parte de esta historia es Sonia, su maestra, que es mamá de cuatro hijos también en edad escolar. Ella, como todos los docentes sostenemos, como podemos, el sistema educativo todos los días, incluidos fines de semana, y feriados.

La realidad de Jeremías y Sonia tiene matices únicos, con las extensas llanuras pampeanas, sus veranos muy cálidos, y sus inviernos muy fríos y el caldén. En verdad no es tan distinta a la de miles de comunidades educativas rurales o urbanas que estamos transitando esta situación. Hasta marzo pasado, solo imaginable para los que tienen, entre sus gustos literarios, leer ciencia ficción de autores como Albert Camus con “Peste”, José Saramago con su célebre “Ensayo para la ceguera” o Jean-Pierre Andrevon autor de “Le monde enfin”.




Para analizar y tratar de comprender más en profundidad la realidad de tantas y tantos docentes, se podría mirar la Encuesta a Directivos y Docentes que realizó en la provincia de Buenos Aires la Dirección de Evaluación e Investigación (DGCyE) entre el 28 de abril y el 12 de mayo en cada uno de los 15.815 establecimientos educativos (datos del Censo educativo de 2017). Podríamos digo, en potencial, porque los resultados aún no han sido publicados.

Sí encontramos los datos publicados de la Encuesta Provincial de Trabajo Docente en contexto de Aislamiento Obligatorio realizada por el Suteba y el Instituto IDESBA de la CTA. Allí se releva, en la segunda quincena del mes de mayo, la opinión de 5038 docentes, teniendo en cuenta la distribución geográfica y poblacional en la provincia. Los docentes podríamos mirar esos resultados y pensar… ¿A mí me lo vas a contar?… rememorando al genial Enrique Santos Discépolo. Los datos sirven, aunque para algunos genere suspicacia la fuente de relevamiento y análisis, para conocer y dimensionar el esfuerzo que cada trabajador y trabajadora del sistema educativo lleva adelante, y para diseñar políticas públicas con bases más sólidas.

En este sentido vale destacar que, según la encuesta del gremio, el 74,4% de los consultados tuvo que aprender a manejar los recursos virtuales a partir del inicio del ASPO, hace ya más de cien días. Y el 66,3% no recibió formación sobre el uso de TICs en clase. Si, esto nos pasa a muchos docentes en pleno siglo XXI. Además, en este contexto de trabajo, los docentes somos los que “ponemos” nuestros dispositivos: celulares, computadoras, internet, deficientes en muchos casos, para realizar las tareas.




El relevamiento indica que el 79,2% de los docentes envía materiales por whatsapp o por e-mail, como Sonia. Este es un dato que debe leer el gobierno, entre el 70 y 80% no utilizamos los recursos que proponen (cuadernillos, audiovisuales). Además el 91,4% de los docentes aumentó su carga horaria de trabajo en más de 4 horas semanales, superando las 6 horas en la mayoría de las situaciones. Serían algo así como “horas extra” de trabajo, claro está que por el mismo salario. Esto se complejiza si sumamos las tareas de cuidado que los docentes realizamos mientras planificamos, buscamos recursos, preparamos clases, intentamos mantener una comunicación con los estudiantes, corregimos. Se ve reflejado en la consulta, sólo el 17% se siente valorado por el trabajo realizado.

¿Podría generarnos la misma empatía y emoción que una de mis alumnas, en la ciudad de las diagonales, los tilos y jacarandás, recién esta semana pudo acceder a un teléfono con datos para estudiar? Si, cuatro meses después de iniciada la cuarentena. ¿Dónde estarán las miles de computadoras del Plan Conectar que se encontraron con el cambio de gobierno? Vendrían bien a más de un estudiante y docente…  ¿Cuánto falta para que los docentes tengamos formación verdaderamente masiva, continua y de calidad? Tal vez sea hora que la Educación se transforme en una Política de Estado, pero en serio.

A mediados del siglo pasado mi papá, con sus dos hermanas, también se subían en ancas de Selva, la yegua de la familia para ir a la Escuela N° 6 Almirante Guillermo Brown de Pavón, en Exaltación de la Cruz. “Agarrate fuerte Martita!”, le gritaba Don Ponce a mi tía Pini cuando cruzaban por su campo, porque el camino de tierra se anegaba tanto por las lluvias del invierno, que debían cortar camino por otro lado.

¿Cuándo dejará de ir a caballo la educación en Argentina?

 

Lo más visto