De un taller mecánico a criar insectos en un laboratorio científico

El Conicet es la institución de investigación más grande del país, con 62 años a la vanguardia de los avances científicos gracias al trabajo mancomunado de todas las personas que conforman parte de los tres núcleos que integran el organismo: las personas que hacen investigación -como investigadores o becarios-, el personal de gestión y el personal técnico o CPAs.

Daniela Garanzini, del departamento de Comunicación del Conicet Mar del Plata, realizó una producción con Gastón Zubarán, técnico asociado encargado de la cría y mantenimiento del bioterio de mosquitos en el Inbiotec, quien contó cómo surgió su afición por los animales más abundantes de la naturaleza luego de trabajar en la instalación de equipos de gas en un taller mecánico.

La intención es que el recorrido que llevó a Gastón Zubarán hasta el Inbiotec sea fuente de inspiración para quienes encuentran en la ciencia una pasión y sepan que la misma se construye desde diferentes espacios, todos valiosos y necesarios.

 

Gastón Zubarán, al momento de aplicar para trabajar en Inbiotec instalaba equipos de GNC.

 

Apasionado por los insectos

Gastón es el encargado del bioterio del laboratorio de Control Biológico de Insectos Plaga y Vectores del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Biotecnología. Allí se encarga de la cría y preparado del material para los ensayos que se realizan dentro de este grupo de investigación, además de otras tareas de mantenimiento. Su trabajo es indispensable para los experimentos que van a realizar después el resto del grupo de investigación. Es que él está a cargo de la cría de Culex quinquefasciatus con o sin la bacteria Wolbachia pipientis y los cuidados no se toman vacaciones, feriados ni entienden de pandemia.

Además de alimentarlos y mantenerlos a temperatura constante, los mosquitos tienen que ser separados según el estadío en el que se encuentran: huevo, larvas y adultos. Esto se realiza así porque las pruebas que se hacen de control biológico necesitan que los organismos estén entre la segunda o tercera etapa de larvas, de las cuatro en total que tienen, ya que es el momento en que éstas se alimentan y por lo tanto se les puede administrar las diferentes formulaciones de control biológico que investigan en el grupo.


Sin formación académica

El recorrido laboral de Gastón lo ha llevado por diversos espacios. Al momento de aplicar para trabajar en Inbiotec instalaba equipos de GNC, pero más allá de los diferentes trabajos siempre fue un apasionado por el mundo de los insectos. “Desde que tengo memoria me gustaban los bichos y comencé con mi colección de insectos hace muchos años”, relata. Esa afinidad lo llevó al Museo Bernardino Rivadavia de La Plata, donde conoció a al entomólogo marplatense Armando Cichino.

Durante años fue autodidacta de la entomología, fotografiando, dibujando, publicando artículos científicos sobre diferentes especies. El concurso abierto para el cargo de Técnico en el Inbiotec era la oportunidad para poder acercarse a la ciencia y aplicar todos los saberes que traía consigo. “Como yo no soy biólogo ni tengo formación académica, o un título universitario, dudé mucho de presentarme” explica el joven oriundo de San Miguel, en el noreste del conurbano bonaerense. Por suerte para la ciencia, Gastón se animó y aplicó al cargo, resultando ser la persona ideal para ese puesto.

 

 

Génesis

La relación de Gastón con los insectos, o con la naturaleza en general, tiene una fecha de inicio concreto. “Enero de 1994”, señala sin dudas, cuando se encontraba de vacaciones en Yerua, Entre Ríos, y quedó deslumbrado por las “nubes de bichos” que volaban alrededor de las luces de mercurio durante las noches. No pudo cursar una carrera que le permitiera estudiar con más profundidad a los insectos, pero eso no imposibilitó que les dedicara buena parte de su tiempo a observarlos, catalogarlos, dibujarlos y fotografiarlos. Su afición era tal que viajaba durante una hora y media en tren desde San Miguel hasta el Museo Bernardino Rivadavia de La Plata para acceder a su biblioteca a sacar fotocopias a los libros, porque en la era previa a internet así es como se accedía a la información.

Primero leía información en general sobre insectos pero con el correr de las visitas conoció a la entomóloga Adriana Oliva, quien dictó un curso en 1995 de entomología básica. El joven Gastón, motivado pero sin dinero para pagar el curso, sumado a los gastos de transporte, se acercó a Adriana, quien lo invitó a tomar el curso sin costo alguno. A partir de ese momento, Gastón iría una vez por semana al museo a observar colecciones y catalogar insectos y con el tiempo aprendería a escribir artículos científicos, lo que le posibilitó escribir luego sus primeras publicaciones.

 

 

En 2007 llegaría la primera cámara fotográfica para Gastón, que sería la compañera ideal para las salidas “de campo” que realiza, que según cuenta le cambió mucho el registro que hace de la naturaleza. En las redes sociales comparte muchas de las capturas que realiza que van acompañadas de detalladas descripciones del contexto de la toma. Porque ante todo Gastón es un gran observador.

“No hay que aflojar nunca” dice Gastón, que jamás dejó de insistir con su pasión, rasgo que queda en evidencia cuando explica su trabajo, cuenta su historia o dicta un taller. Porque su conocimiento no está limitado al laboratorio, participa de diferentes cursos y espacios donde comparte su conocimiento. “Mientras trabajé de ayudante de cocina, lavaplatos, herrero, mecánico en talleres de auto, colocador de durlock o lo que fuera siempre estuvo la entomología en mi vida” y el claro ejemplo es que sus primeras publicaciones las escribió, entre herramientas y grasa en los ratos libres que el taller mecánico le permitía.

 

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