La única zona de cría del tiburón gatopardo está en San Clemente del Tuyú

Investigadores bonaerenses confirmaron que en San Clemente del Tuyú se encuentra la única zona de cría conocida del tiburón gatopardo en el mundo. El hallazgo permitió avanzar en el seguimiento satelital de ejemplares para entender cómo viven y migran los grandes tiburones del Atlántico Sur.

El trabajo lo realiza el investigador Andrés Jaureguizar, de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires (CIC) y la Universidad Provincial del Sudoeste. Es en el marco de una campaña conjunta entre Argentina y Uruguay.

 

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Según un artículo que publicó la CIC -cuya autoría es de Mariana Hidalgo- la Provincia alberga más de 30 especies de tiburones, aunque el estudio se centró en los de mayor tamaño: gatopardo, bacota, cazón y escalandrún. 

“El objetivo fue conocer cómo viven, trazar sus rutas migratorias y mapear áreas críticas del Atlántico Sur para diseñar planes de conservación”, explicó Jaureguizar.

Así, el foco principal fue el tiburón gatopardo, una especie nativa que puede alcanzar los tres metros de longitud. En Buenos Aires se lo observó desde Punta Rasa hasta Bahía San Blas.

 

tiburón gatopardo San Clemente

La única zona de cría del tiburón gatopardo está en San Clemente del Tuyú.

 

Aunque se distribuye por mares templados, el Cabo San Antonio, en San Clemente, es el único sitio donde se registraron recién nacidos en abundancia, lo que la convierte en un área de cría única en el planeta de tiburón gatopardo.

Esta especie pertenece a uno de los linajes más antiguos y es una de las dos existentes en el mundo con siete branquias.

El “jardín de infantes” del Atlántico Sur

El equipo, junto a la iniciativa Mar Azul Uruguayo y la organización AquaMarina, colocó dispositivos satelitales en hembras adultas para conocer su comportamiento. Los transmisores registran profundidad, temperatura y desplazamientos.

Jaureguizar contó que denominan a la zona de San Clemente “jardín de infantes” por sus condiciones ideales: aguas turbias, descargas fluviales y abundante alimento que garantizan protección y desarrollo. “En 2016 realizamos un muestreo y encontramos recién nacidos. En 2022 publicamos un trabajo que confirmó el área de cría”, explicó.

 

 

Durante la campaña se marcaron 26 ejemplares —solo uno era macho— y se colocaron cuatro transmisores satelitales. Además, se efectuaron ecografías para conocer el estado reproductivo de las hembras.

Estudios genéticos realizados con muestras de distintas regiones del mundo demostraron que los ejemplares bonaerenses son parientes cercanos de los tiburones africanos.

Pesca y conservación

“El gatopardo es uno de los tiburones más ancestrales. Prefiere aguas entre 16 y 17 grados. Cuando el agua se calienta, migra hacia el sur; cuando se enfría, regresa”, sostuvo el investigador.

Aunque no representan peligro para las personas, estas especies enfrentan amenazas por la pesca deportiva y artesanal. Estudios en otras especies mostraron que muchos tiburones mueren luego de ser devueltos al mar por el estrés y las maniobras inadecuadas.

 

tiburón gatopardo

Los investigadores denominan a la zona de San Clemente “jardín de infantes” por sus condiciones ideales.

 

“Levantarlos o arrastrarlos puede dañarles las vértebras u órganos. Más de cinco minutos fuera del agua también les afecta”, advirtió Jaureguizar.

Cabe recordar que en la provincia existen normas que obligan a su devolución y medidas para protegerlos, aunque el cumplimiento aún es irregular. En este sentido, los pescadores locales aportan datos valiosos sobre su presencia y comportamiento.

Más allá del gatopardo

El equipo también estudió otras especies grandes como el escalandrún, el bacota y el cazón, con el objetivo de analizar sus recorridos y elaborar mapas para la conservación.

Según se precisó, el bacota habita aguas marinas, salobres e incluso dulces. Se alimenta de peces y cefalópodos. El cazón, en cambio, vive en aguas costeras de todos los océanos y está catalogado como especie en peligro crítico.

Estas especies tienen baja tasa de natalidad y se reproducen tarde. “Son depredadores tope que regulan la cantidad y salud de otras especies marinas. Si desaparecen, se desequilibra todo el ecosistema”, señaló el investigador.

Otra especie clave es el pez guitarra, también en peligro de extinción. “Actúa como un rastrillo natural que mantiene el hábitat en equilibrio”, describió Jaureguizar.

 

 

Cambio climático y desafíos de investigación

El aumento de la temperatura del agua también afecta a los tiburones, ya que puede modificar sus zonas de cría y alterar las migraciones. “Cuando cambian las condiciones del jardín de infantes, el impacto puede ser muy grande”, precisó el investigador.

A esta problemática se suma la falta de presupuesto para obtener datos actualizados y la escasa calidad de algunos registros antiguos. Por eso, el grupo busca ampliar la información sobre los tiburones del Atlántico Sur y fortalecer la cooperación regional.

“Aumentar las áreas protegidas, mejorar los controles sobre la pesca y reforzar la colaboración entre países vecinos son pasos fundamentales”, afirmó Jaureguizar. Y concluyó: “El jardín de infantes que regula todo el ecosistema está acá”.

El estudio contó con la participación de la Fundación Temaikén, la Fundación Blue Marine y el Proyecto Patagonia Azul, con una segunda etapa prevista para diciembre.


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