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El relato de la hija de don Carlos Gesell: así comenzó la historia de Villa Gesell

Escultura Carlos Gesell

Fotos Ricardo Stinco

Un 19 de agosto, pero del año 1931, comenzaría a gestarse la historia de Villa Gesell con la adquisición de parte de don Carlos Gesell del predio en el que hoy se encuentra el partido.

Desde el Museo y Archivo Histórico de Villa Gesell, donde mantienen viva la historia y el recuerdo de la familia Gesell, compartieron un relato de la hija de don Carlos, Rosemarie, quien contó cómo empezó todo.

 

 

El relato

“Todo marchaba sobre ruedas. La fábrica era un éxito, el negocio, Casa Gesell, vendía más de lo que fabricaba, y en su hogar los problemas  se solucionaban de una u otra manera. La vida le sonreía, cuando  en el verano de 1931, fue a pasar  unas vacaciones con la familia a Mar del Plata.

En los salones del hotel donde se hospedaba se reunían los pasajeros y hablaban de distintos temas.

Allí conoció al Sr. Héctor Guerrero, gran amante de la naturaleza y formidable forestador, propietario de un gran campo que llegaba hasta el mar, en la zona de Juancho, partido de Madariaga.


Imagino que ambos deben haber tenido largas conversaciones sobre plantaciones, en el curso de las cuales, Héctor Guerrero le habría comentado sobre las  plantaciones de pinos que estaba haciendo en la zona medanosa lindando con el campo.

Mi padre se interesó.

Averiguó si se podía comprar algo en esa zona, y Héctor Guerrero lo conectó con el Sr. Credaro, que tenía a la venta un predio de 1680 hectáreas. Eran nada más que médanos con un frente de playa de 10 kilómetros, y un término medio de 1.600 metros de profundidad, comenzando la propiedad a 500 metros del campo lindero. O sea arena y nada más. El precio no era excesivo, teniendo en cuenta la rentabilidad futura: 28.000 pesos.

 

El recuerdo de don Carlos Gesell, siempre presente en Villa Gesell (Fotos Ricardo Stinco).

 

-¿Por qué no comprarlo?

Hizo un viaje hasta Ostende, por  aquel tiempo un balneario con muchas de sus casas tapadas o semitapadas por la arena voladora, yendo desde allí con un carro por la playa 15 km hacia el sur, para tener una idea de cómo era el lugar que estaba dispuesto a comprar.

Los médanos grandiosos lo fascinaron.

Esa hermosa e infinita playa donde morían las olas en un suave declive, sin piedras ni toscas, las bandadas de gaviotas, cantidades de caracoles por doquier. Allí imaginó una casa cerca del mar para veraneo de su familia,  y ¿por qué no? también para su personal. ¿Habrá agua dulce cerca? Arrodillado en el suelo hizo varios pozos con sus manos. El agua estaba a poca profundidad, dulce y deliciosa.

No lo pensó más. A su regreso arregló la compra del predio.

No supuso nunca que ese día, acababa de comprar su infierno y su gloria”.

 

 

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