Historias con nombre propio: la dictadura lo mantuvo preso más de cuatro años

Carlos Ángel Cañadas nació el 5 de marzo de 1944 y aunque fueron sus orígenes misioneros los que marcaron su vida, después de echar raíces en otras localidades, hace algún tiempo decidió radicarse definitivamente en Villa Gesell

Sin embargo, pareciera que el único lugar al que pertenece es Argentina. Y lo siente así porque su historia es la de toda una generación, la de un país que este 24 de marzo conmemora otro año de aquel “atroz e inmenso genocidio” que fue el golpe cívico militar de 1976. En el Día Nacional de la Memoria, Carlos Ángel repasa su historia con Telégrafo.



Tras ser elegido diputado por la provincia de Misiones en 1973 con apenas 28 años, Carlos Ángel fue detenido clandestinamente por el gobierno de facto de Videla, Massera y Agosti. Pertenecía a la Juventud Peronista, había sido secretario general de la organización en su región y su actuación en al ámbito social, sindical y político dejaban en claro su “decisión irrevocable de redimir a los humildes de la patria como enseñara Evita”.

“Optando por los pobres y no dejándome doblegar por la derecha, esa a la que Néstor le descolgó el cuadro de Videla”, afirma en el libro Misiones, historias con nombres propios III. 

 

Carlos Cañadas estuvo detenido más de cuatro años por la dictadura. (Fotos Ricardo Stinco)

 

Cuatro años y cuatro meses lo tuvieron encerrado. “Los últimos tres años y tres meses, condenado a muerte”, cuenta que le dijeron después que salió en libertad el 17 de julio de 1980.

Pasó 21 días de forma clandestina en la Comisaría Tercera de Posadas, luego lo trasladaron a la Unidad Penal Nº 17 de Candelaria en Misiones, y de allí a la Unidad Nº 7 en Resistencia Chaco, para terminar su encierro en la Unidad Nº 9 de La Plata.

Los recuerdos de aquellos días son oscuros y dolorosos. Las torturas físicas y psicológicas que le perpetraron los represores quedarán grabadas para siempre en su memoria. Pero Carlos Ángel prefiere no ser autorreferencial en su relato y aunque repasa algunos de esos infiernos que vivió está seguro de que el mayor daño que le hicieron fue no ver crecer a sus hijos. “Eso me devastó”, sostiene. 

 

 

Ninguno de sus tres hijos superaba en aquel momento los siete años, la más chica tenía tres la última vez que la vio en su casa. Pensar que perdió tanto tiempo de sus infancias lo intranquiliza más que el martirio que su cuerpo y su mente aguantaron.

Como prefiere no hablar demasiado sobre su experiencia personal, elige dos casos para ejemplificar la atrocidad de la “dictadura cívico militar más genocida y perversa de nuestra historia”: el de Miguel “el Gato” Sánchez de Posadas que fue liberado falsamente y entregado sin vida a su familia tres días después; y el de un tucumano que en la Unidad 9 de La Plata había sido imposibilitado de visitas y tras perder la razón decidió inmolarse prendiéndose fuego envuelto en una frazada. 

Peronista por y para siempre

Desde que tiene uso de razón Carlos Ángel Cañadas se reconoce peronista y dice que entre sus cinco hermanos varones y dos mujeres fue el único tan dedicado a la política, que basó su vida en sus convicciones. “Yo creo que nací con el gen peronista”, relata en sus memorias del libro Misiones, historias con nombres propios III.

 

Carlos Ángel Cañadas nació el 5 de marzo de 1944. (Fotos Ricardo Stinco)

 

Allí explica que su madre “fue una de las tantas obreras del pescado, que se movilizaban tratando de evitar la caída de Perón”. Con más de 90 años, el municipio de Villa Gesell la convocó a descubrir el busto de Eva Perón en la plaza ubicada en Paseo 126 entre las avenidas 4 y 5. Su padre era obrero portuario.

Se acuerda que cuando tenía apenas 11 años y la Revolución que prefiere llamar “Fusiladora” y no “Libertadora” encabezada por Lonardi derrocó a Perón su futuro dentro del partido ya empezaba a delinearse.   

“Me marcó mucho el bombardeo del 20 de junio de 1955 a Plaza de Mayo que asesinó cobardemente a cientos de niños, hombres y mujeres”, continúa en el libro.

 

 

Vivía en una quinta a pocas cuadras del puerto de Quequén cuando le gustaba ir a la unidad básica del Partido Peronista Femenino a buscar láminas con los rostros de Perón y de Evita para construir barriletes. “Me quedaba horas viendo cómo me miraban desde el cielo”, sonríe al recordarlo.

De adolescente su participación en el peronismo fue creciendo y ya de adulto se potenció. “Militaba siempre en las vertientes más radicales”, cuenta y explica que quizás por eso fue uno de los últimos de su pabellón en salir en libertad. 

 

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“Me tenían mucho odio”, afirma y se complementa con memorias previas a su detención: “Fui permanentemente hostigado, por una patota de políticos de derecha, con total impunidad funcional, de la derecha partidaria , sufriendo un atentado del cual por milagro se salvó uno de mis hijos”.

Aunque no finalizó sus estudios secundarios, Carlos Ángel nunca dejó de estudiar. Es por ello que se define autodidacta y cuenta que donde sea que vaya siempre lo acompaña un libro. Fue muchos años después de su participación política en Misiones que convirtió ese hobby en una profesión y pasó a ser el librero de varias de las localidades donde vivió, en Villa Gesell fue de los primeros. “Y de los últimos”, se ríe y aclara: “Ahora con la tecnología ya no se venden”.



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