Las impresoras 3D llegaron al quirófano

La creación de prótesis a medida para pacientes específicos y con circunstancias especiales vía las impresoras 3D se ha asentado como una herramienta más en el ámbito médico en los últimos años.

La impresión 3D se utiliza para fabricar prótesis, implantes y tejidos para usos ortopédicos, dentales, craneales y maxilofaciales. A su favor cuenta con el avance tecnológico, que mejora y abarata la producción de órganos y los apoyos de algunos gobiernos. En contra, las regulaciones restrictivas y las limitaciones de los materiales disponibles.

Según un estudio de MarketsandMarkets.com difundido por el diario El País de España, esta tecnología aplicada al sector sanitario moverá en todo el mundo en los próximos tres años 1.648 millones de euros.

Muchos doctores de Estados Unidos y Europa son entusiastas con las posibilidades de la impresión 3D como herramienta para llevar a cabo implantes personalizados, pero advierten que solo es aplicable a casos concretos y complejos así como en circunstancias específicas.

Una cirugía personalizada, con esa técnica, puede suponer gastos entre 5.000 y 8.000 euros (cantidad similar a la necesaria para una prótesis convencional), pero permite “contener” esos costos al ser más eficiente y reducir los tiempos de quirófano y postoperatorio.

Su uso está en estos momentos más orientado a la cirugía maxilofacial y torácica, traumatología y neurocirugía. Pero en el futuro inmediato otras disciplinas como la microcirugía reconstructiva maxilofacial, las intervenciones cardíacas, la medicina regenerativa o la odontología, verán en la impresión 3D una solución. Las impresoras ya permiten fabricar desde válvulas del corazón hasta un fémur.

 

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