Resaltan la importancia de ‘Zamba’ como divulgador de la historia argentina

Valentina Ayrolo, investigadora independiente del Conicet, doctora en Historia por la Universidad de Paris I, Panthéon-Sorbonne, y profesora titular de la cátedra de Historia Argentina del siglo XIX en el Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), se expresó en ocasión de la conmemoriación de los 211 años del 25 de mayo de 1980 y eligió destacar la importancia de que la investigación histórica encuentre una clara articulación con la difusión y la divulgación, con una referencia particular a Zamba, el entrañable personaje animado que viaja en el tiempo para ver desde su perspectiva los principales sucesos de la historia argentina.

Daniela Garanzini, del departamento de Comunicación del Conicet Mar del Plata, elaboró una producción en ocasión de la fecha patria en donde Ayrolo planteó varias preguntas que muchas veces suelen pasar desapercibidas.

Además Directora del Doctorado en Historia de la citada facultad y del grupo de investigación ‘Problemas y debates del siglo XIX’, Ayrolo es autora de trabajos que invitan a repasar la historia, relacionar hechos e interpelar a los protagonistas de los sucesos.

A la historia conocida de la junta de gobierno, las escarapelas, la jornada histórica lluviosa, la movilización del pueblo y un gobierno patrio que se cansó del yugo español y decidió su propio destino dirigido por un grupo de patriotas idealistas, la historiadora se pregunta: ¿qué pasaba en las calles de 1810? ¿quiénes estaban en esa plaza? ¿porqué buscaban la libertad? ¿qué papel jugaron los religiosos en el proceso?

 

 

La vida había cambiado en el Virreinato

Ayrolo explica que a veces se plantea la Revolución de Mayo como un proceso inevitable, como la utopía de los patriotas, que movidos por ideas de libertad motorizaron el cambio. “Lo cierto es que había otros actores en juego que aportaron al cambio”, repara.

“Hay que recordar que el entonces Virreinato venía de las invasiones inglesas que habían planteado una cotidianeidad diferente. Los cambios en la vida diaria pusieron en evidencia a la elite colonial, a los comerciantes y al clero que era posible la gestión autónoma de los asuntos del gobierno local. Y los cambios no eran algo sutil, hablamos de cambios en el paisaje local a partir de la aparición de militarización de la sociedad, de la politización de todos los espacios sociales, desde tertulias hasta pulperías, pero también la incorporación del bajo pueblo a partir de su inclusión en las milicias”, ilustra la especialista.

Ayrolo detalla que por ese entonces se había establecido una mayor circulación de ideas que proponían cambios en el orden social y rompían con la concepción corporativa que se tenía de la sociedad. Además, afirma, hay que retrotraerse a las invasiones inglesas: “Habían dejado una marca evidente en el virreinato, porque este escenario no se daba únicamente en Buenos Aires, había productos ingleses que se comercializaban a partir del contrabando y que eran muy buscados. Y no era la única marca que dejaría, porque algunas localidades recibieron ingleses en calidad de presos. Alguno se incorporaron a través de casamientos con mujeres locales o llegaron incluso a ser requeridos por su profesión, como algunos médicos. Sin dudas, las invasiones inglesas habían dejado huella en el pueblo, las cosas ya no iban a volver a ser como antes”.




Un protagonista complejo: el clero

El interesante análisis que la especialista hace de la forma en que el clero se posicionó ante la revolución que se estaba gestando, ya que tampoco fue una respuesta corporativa y unívoca. “Un sector que se denomina usualmente como alto clero porque tenían responsabilidades del gobierno diocesano, los obispos, por ejemplo, no apoyaron a la revolución; motivo por el cual estuvieron presos e incluso el de Córdoba se escapó por Brasil. Pero otro sector de ese mismo grupo, aquellos que eran españoles americanos y tenían responsabilidades en la Universidad de Córdoba, o en los cabildos catedrales se unieron a la revolución y la vieron como una oportunidad de hacer carrera, y así fue”, relata la investigadora.

Los sacerdotes que se desempeñaban en las parroquias también mostraron diversas posturas, algunos adhirieron y apoyaron a la revolución pero otros no. ”En realidad, solo cuando hubo certeza de que no había vuelta atrás los distintos sectores se fueron posicionando y esto ocurrió bastante rápido, en 1812, pero el 25 de mayo de 1810 todavía no estaba claro”, agrega Valentina.

 

La kermesse de Zamba organizada veranos atrás con una feria que recorrió la costa atlántica bonaerense. (Fotos Ricardo Stinco)

 

“El pueblo quiere saber de qué se trata”

En ese momento de la revolución, la junta de mayo no había roto lazos con el reino español, sino que se arrogaba la representación del virreinato y se declaró custodia de la soberanía que había depositado el rey. “Sobre este solo punto podríamos conversar horas. El pueblo es la encarnación de la soberanía recuperada, en custodia, por la junta creada en 1810. ¿Pero quienes forman ese pueblo? ¿Quiénes lo encarnan y lo representan?”, se pregunta rápidamente la profesora de historia.

No es la única incógnita de Ayrolo, que plantea una pregunta aún más profunda: “¿Buenos Aires representaba al resto de ciudades que conformaban el virreinato?”. De inmediato, la especialista desliza una contemporaneidad: “Este cuestionamiento va a desarrollarse durante los siguientes años en enfrentamientos interminables entre unitarios y federales, y en rivalidades que podemos observar aún hoy”.

Por si fueran pocas las génesis, más allá de las ciudades y el reparto geográfico, la investigadora pone el foco también en la participación de mujeres, indios y afrodescendientes en esa semana histórica: “¿Qué pasaba con las personas? Porque el relato histórico nos habla de una plaza llena de paraguas y bastones, llena de pueblo, pero ¿ese era el pueblo? ¿Sólo los hombres de la alta sociedad eran el pueblo? Bueno el tema de la participación de mujeres, indios y afrodescendientes ya no es más una ausencia. Hay muchísimos trabajos que agregan información sobre esto”, resalta.

 

 

Dos cosas a considerar

Para Ayrolo es necesario volver a dialogar con el pasado para que la historia siga viva y hay dos cuestiones fundamentales para lograr ese objetivo: la primera está directamente vinculada a su tarea cotidiana y tiene que ver con las preguntas que se hace desde el rol de historiadora, aunque la información habite en los libros pero no sea visibilizada. En este caso sobre mujeres, indios y esclavizados. “Si la pregunta no está, la información duerme en los archivos”, explica. “Ser historiadora no es la mera observación de los hechos sino el cuestionamiento, la investigación y análisis desde un punto de vista amplios”, interpela.

En segundo lugar, Valentina plantea que más allá de que la información esté disponible a partir de la investigación, ésta debe encontrar una clara articulación con la difusión y divulgación de estos aspectos relegados y reconoce la importancia de la difusión de conocimientos académicos y la necesidad de formación profesional para esta función.

“Se ha podido saldar relativamente con inversión en difusión a través de series, programas de televisión o dibujos animados como Zamba. Pero esta posibilidad es una decisión política y también lo es la selección de contenidos que se quiere difundir o acercar al gran público”, explica Ayrolo.

 

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