La bicicleta, pros y contras de un antiguo medio de transporte que se renueva
En varias ciudades alrededor del mundo se plantea desde hace mucho tiempo el uso de la bicicleta como el mejor medio de transporte para el cuidado del medio ambiente y la mejora en la salud de las personas. Ante el actual escenario generado por la pandemia y la necesidad de mantener un aislamiento social para reducir el contacto en la comunidad, la bicicleta se ha vuelto una referencia aún mayor para el porvenir.
Rubén Ledesma, investigador independiente del Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT-CONICET, UNMDP), se dedica al estudio del comportamiento humano y del uso seguro de la bicicleta. Especialista en transporte, este experto reflexiona sobre la posibilidad de su implementación en diversos centros urbanos y describe los pros y contras del antiguo medio de transporte.
Director de un grupo que estudia sobre temáticas de comportamiento humano y transporte, principalmente sobre problemas relacionados con la prevención de siniestros viales, el investigador destaca en primera instancia que el uso de la bicicleta conlleva múltiples beneficios, tanto personales como sociales.
“Es una alternativa sustentable, flexible y económica de transporte, que reduce costos, descongestiona el tránsito, implica un ahorro energético, reduce las emisiones contaminantes y en consecuencia contribuye a la mejora en la calidad del ambiente urbano. Además genera beneficios directos sobre la salud y el bienestar personal, ya que por ejemplo ayuda a combatir el sedentarismo. Por todas estas razones la bicicleta es una pieza clave en sistemas de movilidad urbana sustentables, accesibles y equitativos”, sostiene el investigador.
Integración en las ciudades
Para poder pensar en una ciudad donde el uso de la bicicleta se integre a las formas de movilidad urbana, según sostiene Ledesma, hay que generar varios cambios.
De acuerdo al investigador, la inversión en infraestructura es clave para garantizar la seguridad en el uso de la bicicleta. Además, esa utilización debe ser analizada de manera integral, considerando su relación con otros elementos del sistema de transporte e implementando políticas que trasciendan los tiempos de una gestión determinada.
“Los cambios necesarios no se dan en poco tiempo, y suponen un cierto nivel de confrontación cultural y simbólica por la distribución del espacio público. El Estado debe tener en claro el modelo de movilidad urbana que busca y los objetivos que persigue”, explica el especialista del IPSIBAT.
Acceso y adultos mayores
A pesar de todas las buenas cuestiones vinculadas al uso de la bicicleta, Ledesma explica que no todos los habitantes de una ciudad tienen la misma posibilidad de acceder a ese medio de transporte.
“Los adultos mayores no suelen encontrar respuestas a sus necesidades de movilidad urbana en el sistema actual, recurriendo a medios costosos como taxis o remises. Lo ideal es que se cuente con un sistema de transporte equitativo que resuelva las necesidades de movilidad de todos los grupos etarios, especialmente de quienes no poseen o utilizan automóvil. En ese sentido, la bicicleta sería una excelente alternativa para ganar autonomía y salud en los desplazamientos”, define el investigador.
En esa línea, Ledesma afirma que además se debe hacer hincapié en la educación de las nuevas generaciones desde una perspectiva que priorice la movilidad segura y saludable y el uso de transporte público, frente al enfoque actual centrado en la seguridad vehicular. “Si se generan las medidas de seguridad necesarias los más jóvenes pueden pasar del rol pasivo de pasajeros a uno más activo de movilidad, con el impacto que esto tendría en cuestiones de salud personal y ambiental”, describe.
Bicicletas compartidas
Consultado por el sistema de uso de bicicletas compartidas el investigador estima que es difícil que pueda implementarse en un futuro inmediato, ya que su éxito depende de varios factores. “Algunos de estos factores son relativamente simples (como el apoyo en tecnologías de información), pero otros son más complejos. Por ejemplo, un sistema será más exitoso si logra un grado adecuado de integración con el transporte colectivo y un nivel aceptable de seguridad para los usuarios. Estos factores requieren un marco político y una estrategia consolidada en materia de transporte urbano” entendió Ledesma.
“Quizás en la próxima nueva normalidad que nos toque transitar después de la cuarentena nos permita valorizar el uso de este vehículo que ya lleva casi 200 años girando sobre el mundo”, concluyó el especialista del IPSIBAT.
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