La ilusión de la deuda que baja, el FMI y su rigidez y el giro para blindar reservas
El último informe de la deuda correspondiente al mes de octubre arrojó un titular que, a primera vista, invita al optimismo: el stock total bruto medido en dólares cayó. Sin embargo, en la economía argentina, los titulares suelen esconder matices que definen la verdadera salud financiera del país.
La reducción no responde a un proceso genuino de desendeudamiento, sino a un efecto contable de licuación. Durante el mes, el tipo de cambio oficial subió un 5%, lo que redujo el valor en dólares de la deuda emitida en pesos, que hoy representa más del 40% del total del pasivo estatal. Si bien hubo un pago marginal al FMI, el grueso de la “mejora” en la deuda se explica por esta dinámica cambiaria en busca de blindar reservas.
El FMI: la deuda con un acreedor que no sabe de quitas
Este escenario pone sobre la mesa una transformación estructural en el perfil de la deuda argentina que se consolidó desde 2018. Históricamente, las crisis de deuda soberana implicaban sentarse a negociar con acreedores privados (bancos, fondos de inversión, bonistas). Eran procesos duros y desgastantes, pero existía el margen para negociar quitas, plazos y tasas.
Hoy, el escenario es distinto. El Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha convertido en el acreedor protagonista. A diferencia de los privados, el FMI es un organismo político burocrático cuyos estatutos impiden negociar quitas de capital y aunque exige la acumulación de reservas también complejiza la problemática de la deuda. Argentina ha sumado a su mesa de decisiones a un actor rígido, cuya influencia crece año tras año, limitando los márgenes de maniobra de la política económica mucho más de lo que lo hacían los mercados voluntarios.

La deuda pública de Argentina por moneda y acreedor.
La “luna de miel” de la deuda en pesos
Más allá de la deuda en moneda dura, el comportamiento de la deuda en pesos ofrece la foto más clara del momento post-electoral. Las tasas de interés, que en momentos de incertidumbre superaron el 100%, hoy se han estabilizado en la zona del 20% al 30% anual.
Para una economía con una inflación que viaja al 2% mensual, estas tasas son una señal contundente: el mercado ha comprado, al menos por ahora, la política cambiaria del gobierno. La expectativa de una devaluación brusca se ha disipado y los agentes financieros parecen validar el esquema de bandas de no intervención.
Sin embargo, esta calma tiene fecha de vencimiento si no se gestiona con precisión. Esta semana el tesoro enfrenta vencimientos por 15 billones de pesos, una cifra que se repetirá mensualmente. El desafío será renovar esos compromisos sin convalidar subas de tasas que aborten la recuperación.
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El fin del “punto Anker” y la nueva apuesta por las reservas
La pregunta central es si el gobierno sabrá capitalizar este “veranito financiero” para resolver su talón de Aquiles: la acumulación de reservas.
En este sentido, se ha producido un giro técnico fundamental que pasó desapercibido para el gran público: el cambio en el mecanismo de abastecimiento de pesos (la muerte del antiguo “punto de anker”).
Hasta hace poco, la estrategia implicaba dejar vencer deuda en pesos cuando la economía demandaba liquidez, lo que a menudo tenía efectos recesivos. Ahora, la señal es distinta: el gobierno parece dispuesto a abastecer de pesos a la economía, pero a cambio de la compra de dólares. Es decir, inyectar pesos solamente cuando estos sirvan para capturar divisas.
Deuda, FMI, reservas y el objetivo final: volver a los mercados
Este cambio de estrategia no es casual. El gobierno sabe que el financiamiento del FMI ya no alcanza; los desembolsos apenas sirven para repagar los vencimientos de deuda con el propio organismo y no ayudan en la acumulación de reservas. Un cheque de 10.000 millones de dólares ya no mueve la aguja ya no es suficiente para saldar la deuda con el FMI.
La única salida sostenible, el mal menor, es recuperar el acceso al crédito voluntario privado. Pero para que los privados vuelvan a prestar, paradójicamente, el país debe demostrar que tiene los dólares suficientes para no necesitarlos. La estabilidad del dólar y la baja del riesgo país son los primeros pasos, pero la prueba de fuego será transformar esa confianza financiera en reservas líquidas en el BCRA.
Sobre Nicolás Núñez
Economista de la UBA con Maestría en Finanzas de la Universidad Di Tella. Investigador en el Centro de Investigación de Economía Nacional (CIEN). Analista macro-financiero. Director durante 2022 nombrado por ANSES en cinco de las principales empresas argentinas. Profesor de mercado de capitales en la UBA y en la Universidad de Lanús. Actualmente cursa en la Universidad de San Martín un doctorado en relaciones internacionales.


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