Inmunidad contra el coronavirus: los anticuerpos duran un mínimo de siete meses

En los últimos días se han publicado casos en el mundo de unas pocas personas reinfectadas por SARS-CoV-2, incluidas algunas que han sufrido una enfermedad más grave la segunda vez. Sin embargo, también hay buenas noticias en lo que respecta a uno de los puntos más importantes en la lucha por frenar el nuevo coronavirus: la inmunidad natural.

Aunque varios estudios de hace meses mostraban que los anticuerpos decaen a los pocos meses de la infección, al menos en personas con enfermedad leve, según los datos de uno de las mayores investigaciones realizadas hasta la fecha sobre los anticuerpos, esa protección mediada dura al menos siete meses.

El estudio en referencia se vincula al estado norteamerciano de Arizona, donde se realizó una campaña masiva de test en la que participaron 30.000 personas. El análisis se ha centrado en los datos de casi 6.000 de ellas sobre los que se investigó la producción de anticuerpos neutralizantes en más de 1.000.

 

 

Deepta Bhattacharya, del Centro de Cáncer de la universidad de Arizona (EE UU) y coautor del trabajo, que será publicado en la revista Immunity, fue entrevistado por el diario El País de España al respecto de las proteínas del sistema inmune que se unen al virus e impiden que este infecte más células.

Según explicó el especialista, lo máximo que el equipo ha conseguido retroceder en el tiempo para ver cuánto duran los anticuerpos son esos siete meses, pues la epidemia de coronavirus llegó relativamente tarde a este estado norteamericano.

De acuerdo a lo descripto por Bhattacharya, “en las infecciones moderadas que hemos analizado la respuesta de anticuerpos parece bastante convencional; los niveles de estas proteínas suben al principio y luego bajan, pero después se estabilizan”, añade. Las reinfecciones, advierte, son casos “excepcionales”.

 

 

 

Cuando el SARS-CoV-2 entra en nuestro organismo se inicia una compleja respuesta del sistema inmune que tarda unas dos semanas en completarse y que involucra a millones de células de todo el cuerpo. Algunas de ellas son sofisticadísimas: pueden recordar para siempre a un patógeno y desarrollar las armas moleculares para destruirlo, incluidos diferentes tipos de anticuerpos de gran potencia.

El equipo de la universidad de Arizona cree que los datos previos que apuntaban a que los anticuerpos decaen pronto se debe a que se analizaron un tipo de células del plasma sanguíneo que son las primeras en acudir tras una infección, pero que tienen una vida corta. Se trata de células capaces de segregar anticuerpos no muy específicos, como los IgM.

Sin embargo, aclaran que tiempo después entra en juego un segundo tipo de células sanguíneas más longevas que acuden a los centros germinales, una especie de cuarteles generales de la inmunidad localizados en los ganglios y el bazo donde reciben antígenos del nuevo virus que les permiten identificarlo con mucha más precisión y desarrollar anticuerpos mucho más específicos, los famosos IgG.

Analizado estos anticuerpos capaces de unirse a diferentes regiones de la espícula y bloquear así su entrada en las células, se ha demostrado en el laboratorio que son capaces de poder frenar la expansión del virus de una forma mucho más efectiva que los que atacan a la proteína N —nucleocápside—, situada en el interior del patógeno con el fin de proteger su genoma y facilitar su copia una vez ha entrado en la célula.

 

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