Estudios de combinación de vacunas: ¿por qué la Sputnik V podría ser clave?

Esta semana el gobierno bonaerense lanzó la convocatoria para voluntarios que se ofrezcan a probar combinación de vacunas contra el coronavirus. La idea se viene ensayando en el mundo contra el VIH, la tuberculosis o el ébola desde hace mucho tiempo y en algunos casos con resultados muy prometedores. También hay enfermedades, como la meningitis, en las que las inyecciones de la pauta completa suelen ser diferentes.

La Universidad de Oxford, creadora de la vacuna de AstraZeneca contra el virus Sars-Cov-2, es la que más apuesta por la mezcla de vacunas diferentes en el mundo desde hace varios meses y ha anunciado ensayos para probar la combinación de su fármaco con el de Moderna y el de Novavax, de origen estadounidense. En febrero, científicos británicos ya habían empezado a reclutar a voluntarios para ensayar también con el de Pfizer. Francia lo hizo la semana pasada y Alemania lo acaba de anunciar: a los vacunados con una primera dosis de AstraZeneca, ahora suspendida, les inyectarán otra vacuna, ya sea la de Pfizer o la de Moderna.

 

 

En un artículo al respecto, el diario El País de España revela que fue la falta no de una sino de dos vacunas, la de AstraZeneca y la de Janssen, lo que ha hecho movilizar a los especialistas de Europa y Estados Unidos hacia este tipo de ensayos de combinación. Los laboratorios y especialistas del hermisferio norte esperan tener los primeros resultados en los próximos meses.

Algunos expertos defienden que combinar dos formulaciones dará mayor elasticidad a las estrategias de vacunación y no esperan mayores contratiempos. Otros cuestionan la falta de datos para determinar la intercambiabilidad. La decisión de cambiar de vacuna para la segunda dosis no está libre de dudas. La Organización Mundial de la Salud no ha recomendado este paso ante la ausencia de datos sobre sus posibles riesgos y su efectividad.

 

 

Experimentos

Según describe el citado medio ibérico en su artículo sobre la estrategia de combinación, la idea de Oxford fue reclutar a poco más de 1.000 personas mayores de 50 años (más vulnerables ante la covid) que aún no hayan sido vacunadas  o que solo hayan recibido la primera dosis. Van a probar todas las combinaciones posibles de su vacuna con las demás y de forma periódica analizarán sus defensas. A unos les inyectarán la segunda dosis a las ocho semanas y a otros a las 12 semanas.

Sin saber qué efectos puede tener, ya sea en eficacia o en seguridad, algunos gobiernos europeos han decidido llevar estos ensayos a la vida real. Primero fue Francia, que anunció que inyectará vacunas de Pfizer o Moderna a los menores de 55 años que recibieron una dosis de AstraZeneca. Y no son pocos, medio millón de franceses, la mayoría sanitarios, se quedaron a la espera de la segunda inyección. Lo mismo acaba de decidir Alemania. Los 2,2 millones de alemanes de menos de 60 años que recibieron primero la de AstraZeneca serán inoculados para completar la pauta con la fórmula de Pfizer o con la de Moderna.

En paralelo AstraZeneca inició hace unos días su propio ensayo con el Centro Nacional de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, el organismo estatal ruso creador de la Sputnik V. Su plan es combinar ambas vacunas en voluntarios de Rusia, Bielorrusia y Azerbaiyán. A diferencia de los ensayos de Oxford, la idea es reclutar a mayores de 18 años. Hasta finales de año no tendrán resultados.

 

 

Sputnik V

Para lograr éxito en la combinación, algunos científicos destacan dos puntos importantes a tener en cuenta: que el antígeno sea el mismo o muy similar y que la tecnología sea parecida.

Con lo primero no hay problema, todas las vacunas apuntan al mismo objetivo: las espículas de su superficie que el coronavirus usa para engancharse a las células humanas. Lo segundo es más complicado: la vacuna de Oxford usa un vector viral como medio para llegar a la célula, las de Moderna y Pfizer son de ARN mensajero y la de Novavax es la primera que está basada en proteínas modificadas.

Es en esa instancia en que la vacuna rusa Sputnik V podría ser de ayuda. La suya es una formulación especial, no hay otra entre las aprobadas que use su enfoque. Como en la de Oxford, un vector viral, un adenovirus, transporta información genética del Sars-CoV-2 para que sea la propia célula humana la que produzca la espícula. Esto activa la producción de anticuerpos. Pero lo que la que diferencia de la vacuna británica es que recurre a un adenovirus diferente en cada dosis. Con eso los científicos rusos buscaron evitar que el sistema inmune se fijara en el transporte y no en la carga. La Sputnik usa dos vectores virales diferentes, pero vectores al fin y al cabo.

 

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