Así definió la academia sueca que otorga los tradicionales galardones los motivos de la elección del artista norteamericano, que sorprendió al mundo de las letras: por primera vez, un músico gana el premio más prestigioso de la literatura mundial.
Nacido en 1941 en Minnesota, Bob Dylan cambió como pocos el concepto de canción popular en el siglo XX, añadiendo una particular dimensión poética a la música cantada. Su influencia ha sido reconocida por los Beatles, por los Rolling Stones, por Bruce Springsteen, los Beach Boys y otros varios íconos del rock y del pop.
Esta reciente consideración se suma a otros dos reconocimientos otorgados al músico tiempo atrás: el Pulitzer y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, en España.
Está claro que el comité del Nobel no ha tenido en cuenta el aspecto narrativo de Dylan a partir de su único libro, Tarántula, en el que intentó emular en prosa poética a autores como Kerouac, Burroughs o Ginsberg, en una pifia de literatura experimental que se calificó muy por debajo de toda su obra musical.
Sin embargo, desde Estocolmo, afirmaron que otorgaron el galardón al músico “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”.
En 1965, cuando la prensa norteamericana lo calificaba como un gran poeta de su tiempo, el músico decía: “No me llamo poeta porque no me gusta la palabra. Soy un artista del trapecio”.
Durante más de medio siglo, Dylan ha sido un irrepetible ejemplo para muchas personas de todo el mundo que reconocen sus letras y su visión del mundo. Bruce Springsteen llegó a decir una vez: “Si Elvis Presley liberaba tu cuerpo, Bob Dylan liberaba tu mente”. Esa capacidad, según muchos, es esencia misma de la mejor literatura y de la más trascendente y admirable obra artística.
Las primeras noticias acerca de la candidatura de Dylan al Nobel datan de 1996, cuando se organizó en Estocolmo un comité de campaña para apoyarlo. “Dylan ha devuelto la poesía de nuestra época a su transmisión primordial a través del cuerpo, revivió la tradición de los trovadores” expresaba en ese entonces Gordon Ball, profesor de la Universidad de Virginia, uno de los primeros impulsores de un premio que 20 años después hizo historia.