La playa, apariencia de la igualdad y de una armonía ficticia
El filósofo Martín Raffin brindó una charla durante la segunda jornada del ciclo La Noche de las Ideas celebrado en Pinamar semanas atrás y, bajo la temática “Playa, cuerpo y subjetividades”, habló sobre las distribuciones, las relaciones, los conflictos y tensiones y, muy particularmente, de las diferencias que se dan a orillas del mar cuando la gente se va de vacaciones.
“Las sociedades siempre han distribuido el espacio y reservado lugares especiales para distintas actividades. De ahí que cada espacio cumpla una función simbólica al interior de la trama de las relaciones sociales. Desde la consagración de la sociedad burguesa en el siglo XIX la playa ha estado asociada al espacio del ocio, de la vacación, del no trabajo y de la no obligación, pero también se ha constituido como un símbolo de distinción de clase. La cultura del ocio aparece ligada a una suspensión de la monotonía de nuestras experiencias cotidiana”, graficó de movida.
En esa línea, el sociólogo citó a un colega suyo, Edgard Morin: “Su idea sostiene que esta tendencia se manifiesta de manera particularmente significativa en las vacaciones modernas en la medida en que las vacaciones representan el tiempo realmente vivo, realmente vivido, por oposición al tiempo muerto y monótono del año de trabajo. De esta manera, durante las vacaciones, jugamos a vivir nuevas experiencias tangencialmente opuestas a las cotidianas y nos arriesgamos a la aventura. Las vacaciones se relacionan con el juego y se hermanan con el tiempo de carnaval. Las vacaciones también tienen un carácter cíclico y guardan relación con las fiestas de las civilizaciones antiguas, que al igual que las vacaciones modernas, duraban varias semanas durante la cuales se interrumpían las ocupaciones y se producía el derroche de lo acumulado durante el año. En un sentido fuerte las vacaciones replican esa dualidad entre lo sagrado y lo profano del mundo antiguo”, describió.
Raffin continuó su alocución con una apuesta y expresó: “Podríamos arriesgar que el mar de las playas vacacionales podrían tener también, inconscientemente, su parte de rito purificador. Paralelamente, ocio y vacaciones se vinculan rápidamente con el turismo. El turismo está asociado al viaje, un viaje que se vuelve espectáculo con relación a un universo de paisajes, lo que presentan fuertes analogías con el cine. Muchas veces, mientras se vive la experiencia turística misma, ella aparece como una sucesión precipitada de imágenes. Pensemos en la experiencia que hacemos en los típicos buses de turismo, para recorrer lugares o en los que nos trasladamos, o cuando viajamos en nuestros autos particulares hacia los destinos turísticos. Miramos a través de la ventanilla el espectáculo que se nos ofrece. Pero la analogía de la imagen turística cinematográfica también aparece generalmente, siempre, después de la experiencia turística con las imágenes que mostramos a amigos y conocidos. Pero ocio, vacaciones y turismo son también el espacio tiempo del consumo. Hay toda una industria del consumo asociada a ellos que los sostienen por lo que las vacaciones y el turismo están destinados a convertirse en mercancías y junto con ellos también se convierten en mercancías el ocio y el goce”, razonó.
En ese sentido, sumó: “Ese lugar del ocio, las vacaciones y el turismo que es la playa, reproduce en escala la lógica la sociedad en la que vivimos el resto del año. La playa se presenta como una metáfora del orden social, de las distribuciones, de las relaciones, de los conflictos y tensiones, y muy particularmente de las diferencias que lo constituyen aunque disimulándolas bajo una apariencia de igualdad y una armonía ficticia. Probablemente el punto culminante de la utopía de una sociedad sin conflictos y sin clases aparezca en esas comunidades particulares en la que todo está al alcance de la mano, donde todo está diseñado para la plenitud de nuestros deseos, en la que se borra por completo el tiempo de trabajo y solo se desarrollan actividades recreativas, como son los resorts all inclusive. Paradójicamente, estos productos supernumerarios de aquellos que con mayor poder adquisitivo en una sociedad capitalista pueden disfrutar de ellos, han llevado a cabo el comunismo integral en todo Europa”.
Por último, Raffin ejemplificó: “En Argentina hay un lugar que ilustra claramente esas relaciones en el caso de la sociedad argentina. Ese lugar es Mar del Plata. Mar del Plata opera definiciones, separaciones y desigualdades. Si bien se trasformó con el correr de las décadas en una ciudad con vida propia más allá de los meses estivales, sigue representando el lugar priviletario del tiempo de ocio en las vacaciones en el imaginario colectivo de la sociedad argentina. Allí el nombre que ha conseguido a lo largo del tiempo. Mar del Plata es simplemente “La Feliz”. Creo que existe una contradicción entre la necesidad de liberación que deben de significar las vacaciones y la realidad alienada del turismo”, concluyó.