Lentejuelas y taco aguja: crónicas de ‘La Pupi’, primer transformista de Villa Gesell
Por quinto año consecutivo el Bloke Producciones presentó tres shows de transformismo en Villa Gesell, y a pesar de las restricciones por coronavirus, el éxito cada noche en el Teatro San Martín resultó rotundo.
Liderados por Pupi “La Pupina” -el primer transformista que llegó al teatro en la ciudad-, y con dos funciones diarias son siete los actores que se suben a escena en Apupinadas, Religiosas y el Psiquiátrico de La Pupi.
El humor en forma de bailes, sketches, desfiles y música en vivo atraviesa todas las obras y hace reír a los espectadores que ingresan a la sala a las carcajadas. Es que mientras esperan en la fila, los artistas se mezclan y hacen chistes para descontracturar.
“No somos travestis, somos hombres que robamos la imagen de la mujer para hacer una caracterización”, explicó Pupi (41) a Telégrafo en una entrevista exclusiva donde además contó qué significa ser transformista en este siglo en el que “muchas veces la gente sigue faltando el respeto”.
Metamorfosis
Se escondió el sol y como el zorro que se deja ver solo cuando sale la luna, “La Pupi” empieza a nacer. Cada noche es la misma rutina. Le dedica unos 20 minutos al rostro y otro poco más al cuerpo.
Primero, la base. Después, decide taparse las cejas, y con los trucos que aprendió en los cursos de maquillaje artístico que hizo, enmarca el pómulo, achica su nariz y se agranda los labios. Elige agregarse pestañas y ponerse un toque de iluminación para resaltar los rasgos de “nena hermosa” que le dijeron tener por naturaleza.
Su cuerpo no necesita demasiado para transformarse en la mujer que en minutos saldrá al escenario. Lo único que agrega son un par de tetas de silicona dentro de un corpiño de encaje que eligió para la ocasión. Las curvas son naturales y no precisan la goma espuma que sus compañeros agregan para profundizarlas. La cola, el mejor regalo que le dio su biología y causa envidia de todos los géneros. En las piernas no agrega medias de lycra, solo un poco de aceite que resalta su buen estado físico y los tatuajes de Mickey Mouse en todo su gemelo derecho.
Más allá del vestido amarillo que va a usar hoy, el toque final lo dan los zapatos. Siempre con taco aguja y con unos 16 o 18 centímetros de alto que se le suman a sus 1,73 metros y la convierten en la más imponente del equipo.
“La gente nos ve en la calle y piensa que somos trans o travestis”
Estamos en el año 2021 y aunque la igualdad de género avanzó en muchos aspectos, Pupi cuenta que la discriminación y la falta de respeto siguen existiendo. La mayoría de las veces pasa porque “no entienden”.
“El que es transformista es actor. La gente a veces nos ve en la calle y piensa que somos trans o travestis”, dice y aclara: “No somos travestis, somos hombres que robamos la imagen de la mujer para hacer una caracterización. Para eso estudiamos”.
Con esa explicación y por fuera del personaje, Pupi hace una regresión en el tiempo: “Si volvemos un poco atrás, los primeros fueron Jorge Luz, Porcel, Olmedo. Y para esa época, a pesar de que la gente tenía la cabeza más cerrada, no eran putos”.
“El que elige ser travestis es travesti porque quiere ser mujer en su vida de siempre, yo por ejemplo, no quisiera en absoluto”, declara. Sin embargo, afirma que cuando se refieren a él como mujer, no hace la corrección. “Vos tenés que dejar que el público te trate como quiera, siempre que sea con respeto”, concluye.
Publicidad autogestionada
Al ritmo de “Chiquilina” de Ráfaga que suena a todo volumen desde el bar de 105 y avenida 3, Gaby Stark decide subirse a una especie de baranda que tiene el alumbrado público en esa esquina y entona con voz de “macho” el estribillo de la canción.
Atrae las miradas y logra unas cuantas carcajadas, sobre todo de un grupo de jóvenes que le siguen la joda y ella invita al show. Tiene un vestido de lentejuelas plateadas super corto y ajustado que le resalta la cola, lleva además zapatos con tacos que seguramente superan los 15 cm, pero nada de eso le impide agarrarse con una sola mano y girar a lo Mary Poppins.
En el medio de la avenida, que por esas horas de la noche se convierte en peatonal, están las demás: “La Pupi”, Gigi Mykytow, Jas Rodrisen, Máxima López y Lauti López. A veces a los gritos, otras al estilo promotoras de Quilmes, se acercan a los turistas para recordarles que a pocos metros, en el Teatro San Martín, minutos más tarde comenzará la última función del día. “Vaaaaaaamoooos, vaaaaamoooos”; “Hay promo”; “Doce y media arrancamos”; “Show de humor para cagarse de risa”; son algunas de las frases que repiten de memoria.
Aunque todas las noches es lo mismo, no se las nota cansadas. Ellas le ponen su mejor actitud e incluso disfrutan el juego. Provocan a los hombres, le gritan “desembolsá gordo” a los turistas que se resisten a sacar la billetera y hasta se sacan fotos o filman videos con quien se lo pida. También saben saludar a los más chicos con cariño, a las familias con respeto e incluso hacer silencio si pasa una mamá con un bebé en un cochecito durmiendo.
“Nosotros tenemos que estar en la calle promocionando los espectáculos porque no somos ni Carmen ni Moria”, sentencia Pupi y resume así la estrategia que ideó junto al director y amigo Maximiliano Lovrincevich.
Lo cierto es que resulta.
“Muchos que vienen a veranear a Gesell hace tiempo, nos esperan porque ya saben que estamos acá”, cuenta Pupi.
Las entradas valen $500 en boletería, pero los actores brindan un descuento de $150 si se las compran personalmente a ellos.
El nacimiento y debut de “La Pupi”
-A partir de hoy no sos más Ezequiel, sos “La Pupi»
-¿”La Pupi”?
-Sí, como “La Popis”
El diálogo se desarrolló cuando Pupi trabajaba para un boliche gay de la Ciudad de Buenos Aires. Un compañero que destacó su “cara de muñeca hermosa” fue el encargado de bautizarlo con el nombre que tiene su origen en el personaje de ficción de la serie de televisión del Chavo del Ocho.
Poco tiempo antes de ese momento simbólico, había brindado su primer show. Tenía 20 años y jamás se había presentado frente a un público vestido de mujer. Era una fiesta de fin de año en una cancha de tenis, todos deportistas, entre ellos un grupo de amigos a quienes les habían fallado los artistas que brindarían el show.
– ¿Vos no te animás a hacer algo?, le preguntaron.
– ¿Qué quieren que haga?, respondió.
Improvisó. Le sacó un vestido a su mamá, se compró un par de zapatos, una peluca de cotillón rubia y con dos globos que simulaban tetas salió a escena a representar a Lía Crucet.
“Caradura es poco, había unas 200 personas y yo como si nada”, recuerda ahora cuando dobla la edad de aquel momento.
Fue su debut. Y desde ese día nunca dejó de trabajar.
Arrancó en boliches, eventos, después en los teatros. Pasó por el cine, la televisión y hasta la radio. Su tenacidad lo llevó a siempre tirar para adelante y ser reconocido, como “La Pupi” en toda la costa atlántica. Además, fue reina del carnaval de Chile representando a la Argentina.
“La Pupi” no sólo protagonizó el primer show de transformismo en Villa Gesell, también lo logró en San Martín de los Andes. También, trabajó con Johnny Allon en Canal 26, Rodrigo Vagoneta y otros humoristas ex Tinelli’s.
Más tarde ganó varios premios Concha de Mar que entrega el Bloke Producciones a los actores transformistas que presentaron obras en la costa atlántica, entre ellos obtuvo dos de oro de manera individual y uno grupal.
Horario de protección al reprimido
Las luces están apagadas y el público empieza a aplaudir ansioso. Mientras silba y grita, una grabación solicita “apagar los Movicom” a la vez que alerta la “finalización del horario al reprimido” y, siguiendo con los esquemas televisivos, pide que nadie copie el espectáculo en sus casas porque alguno de los integrantes “podría salir así”.
“A la mujer que no hace palmas le va a salir un hijo puto y al hombre que no hace palmas sale la gorda y le hace un pete”, se escucha decir en off.
Sube la música y aparecen los colores, las seis integrantes de Apupinadas con glamorosos vestidos amarillos bailan al compás de “Yo soy Candela, soy una llamará y cuando siento el ritmo mi cuerpo quiere más”.
Con esa intro queda abierto el show que aclara “La Pupi”: “Nosotras ponemos el 50 por ciento y ustedes el otro”.
Luego, siguen otras presentaciones llenas de humor y música. Sketches en los que interpretan canciones, hacen mímicas y exageran las letras al mismo tiempo que bailan y mueven sus cuerpos adornados con un vestuario que deja alucinadas a todas las mujeres presentes.
Hay ritmos movidos como “Bum, bum, bum” de la Mona Giménez y otros más dramáticos como “Amiga mía” de Ángela Leiva. También momentos dedicados a Valeria Lynch con su imponente figura, y la voz revelación 2021 de Jas Rodrinsen que canta a capella sin problemas cuando el micrófono no funciona.
Más allá de las actuaciones, en los 60 minutos que dura el show, “La Pupi” siempre se hace un momento para interactuar con el público. Ese es el momento que más disfruta.
“Levante la mano quien ve por primera vez un show de chicas raras como nosotras, así medias transformers”, se dirige a los presentes y aclara: “Si pensaron que venían a ver el Lago de los Cisnes, quiero decir que se confundieron, vinieron a ver el cisne con ganso”. Tras preguntarle al público de dónde viene y conocer un poco su intimidad, lo persuade a un hombre que fue con su pareja: “Quedate conmigo que yo soy mejor que las mujeres, no me indispongo, no me duele la cabeza, el finde te hago asado y hasta juego a la Playstation”.
El desmonte
En sus redes sociales, Pupi publica fotos y videos de todos sus shows. Sin embargo, ni una sola imagen lo muestra fuera del personaje. Para eso habrá que asistir a “El Psiquiátrico de La Pupi”, donde en la escena final no solo se quita la peluca, como el resto de sus compañeros, sino que además limpia todo el maquillaje de su rostro.
Le llama: el desmonte.
“La gente se queda sorprendida, incluso se emociona y nos aplaude de pie”, contó a esta periodista de Telégrafo que pudo comprobarlo.
Sorprende.
Impacta.
Muchos no entienden y es por eso que Pupi le explica a todos los presentes con el micrófono encendido y para que quede bien claro: “Los transformistas somos hombres que robamos la imagen de la mujer para hacer una caracterización”.
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