15 pingüinos regresan al mar tras ser rescatados por diversos padecimientos

Un grupo conformado por 15 pingüinos magallánicos (Spheniscus magellanicus) regresó al mar en las playas de San Clemente del Tuyú durante la mañana del miércoles 9 de agosto luego de ser rescatados en diversas playas y rehabilitados por la fundación Mundo Marino por presentar distintos tipos de afecciones.

Las aves marinas fueron rescatadas en distintos puntos de la costa bonaerense entre abril del año pasado y el mes de febrero del corriente año.




Algunos de los rescates tuvieron lugar en las localidades de Villa Gesell y Pinamar y contaron con la colaboración de fundación Rescate Verdemar y la fundación Ecológica Pinamar, respectivamente.

En el resto de los casos, fueron turistas quienes, al encontrar a las aves en la playa, se contactaron con el centro de rescate ubicado en La Costa.

 

 

Una larga recuperación para algunos pingüinos

Sergio Rodríguez Heredia, biólogo y responsable del centro de rescate de Mundo Marino, explicó lo acontecido con los pingüinos rescatados que regresaron al mar.

“La permanencia de estas aves en nuestro centro de rescate fue más prolongada de lo habitual por las restricciones que atravesamos por la gripe aviar. Además, si bien algunos ejemplares ingresaron el año pasado hay que tener en cuenta que esta especie es de comportamiento gregario, por lo que hasta que no se conforma un grupo con una cantidad mínima de individuos, no se puede hacer la reinserción”, detalló.

 

 

Diversos padecimientos a tratar

Sobre los cuadros que presentaron al momento de sus rescates, todos padecían de distintos grados de desnutrición, deshidratación, hipotermia y alto grado de parasitismo.

Hubo dos casos llamativos: un pingüino magallánico rescatado en Santa Teresita durante mayo del año pasado con un cuadro de empetrolamiento y otro ejemplar, que, durante su proceso de rehabilitación, defecó plástico.

 

El plástico que contenía uno de los pingüinos recuperador por la fundación Mundo Marino.

 

“El petróleo produce un apelmazamiento de sus plumas que les altera la disposición natural por lo que se interrumpe la barrera de aire que aísla la piel del medio externo. De esta manera, además de afectarles la flotabilidad,​ pierden su capacidad de regular la temperatura corporal. Al necesitar salir del agua, salen a la costa, y quedan a merced de depredadores”, describe Rodríguez Heredia.

En esos casos, cuando llega un animal con un cuadro así, primero se lo estabiliza y luego se procede a su lavado para remover el contaminante de su plumaje.

Por otra parte, Juan Pablo Loureiro, médico veterinario y director técnico de la fundación, agregó detalles sobre el extenso proceso de tratamiento sobre los pingüinos rescatados que volvieron al mar.

“En todos los casos, la prioridad es estabilizar al animal y eso lo logramos con fluidoterapia con sales hidratantes, para revertir los cuadros de deshidratación, y con terapia térmica”, explicó el profesional.

“Estos animales absorben el agua a través del pescado, por lo que, si ​no encuentran alimento, sobrevienen los cuadros de deshidratación. Una vez estabilizados, les tomamos muestras de sangre y comenzamos a ofrecerles fórmulas de pescado licuado, hasta finalmente darles pescado entero. Afortunadamente, todos los ejemplares respondieron bien a los tratamientos y mostraron condiciones para ser reinsertados”, describió Loureiro.

 

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Sobre los pingüinos magallánicos

Esta especie, que según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se encuentra en estado de “preocupación menor”, se distribuye a lo largo de todo el litoral sudamericano, tanto en nuestra Patagonia argentina, como en el sur de Chile.

En nuestro país se distribuyen desde Península Valdés, en Chubut, hasta la Isla Martillo, Isla de los Estados e Islas Malvinas, en Tierra del Fuego.

Su ciclo de reproducción se lleva a cabo entre septiembre y marzo. Luego de esa etapa mudan su plumaje e inician su viaje migratorio entre fines de marzo y principios de abril, el cual puede llegar hasta la latitud de Río de Janeiro.

Durante ese viaje anual de alrededor de seis meses pueden recorrer un total de 5.000 kilómetros. En cuanto a su alimentación su dieta se compone de peces como anchoítas, sardinas y merluzas; moluscos, como calamares, y crustáceos, como el langostino.

El viaje migratorio se relaciona con el movimiento estacional que realiza la anchoita, una de sus principales presas, que durante nuestro invierno, luego de haber migrado desde nuestra Patagonia, desovan en las costas de Brasil.




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