La fiebre por las grandes obras: una preocupación sobre las consecuencias
Un grupo de investigadores publicó en la revista Science un artículo sobre la vorágine mundial en la construcción de grandes obras, en especial de las rutas y en países de menor desarrollo. E hizo foco en sus serias consecuencias, tanto ambientales como económicas y sociales.
Las estimaciones indican que en una década habrá en el planeta 2.000 millones de automóviles. Y que en 30 años, se habrán tendido otros 25 millones de kilómetros de nuevas carreteras, cantidad suficiente para dar 600 vueltas a la Tierra sin repetir trazado.
«Estas cifras no incluyen los caminos no asfaltados o las carreteras que no aparecen en los mapas o, simplemente, son ilegales, algo de lo que hay mucho en el planeta», asegura al respecto el profesor de la Universidad James Cook (Australia), William Laurance, en un artículo publicado por el diario El País de España.
Los expertos están convencidos de que la mayoría de todos estos kilómetros se tenderán en las regiones tropicales y de que será demasiado asfalto para la mayoría de los ecosistemas que atravesarán.
El ejemplo más conocido es quizá el de la región amazónica brasileña. A grandes proyectos como las nuevas 500 presas hidroeléctricas proyectadas, se unen los miles de kilómetros de carreteras que están agujerando la selva. En 2014, un trabajo en el que también participó Laurence, estimó que las carreteras legales habían facilitado la aparición de otros 190.000 kilómetros de trazados ilegales. «Encontramos unos tres kilómetros de ilegales por cada km. de carretera legal«, afirma.
La deforestación es el fenómeno quizá mejor estudiado: casi el 95% de la selva amazónica desaparecida en las últimas décadas lo ha hecho en un radio de 5,5 km de una carretera. En algunos países africanos, cuanto más lejos llega una carretera, más lo hacen los cazadores furtivos que, como en Zimbabue, provocan incendios para hacer salir a sus presas. En el África ecuatorial hay proyectados 33 «corredores para el desarrollo», con un trazado total de 53.000 km que partirán en dos hasta un tercio de la superficie protegida que queda en el continente. Y volviendo a Brasil, una investigación publicada la semana pasada estimaba que casi el 10% de la deforestación está relacionada con las minas: allí donde hay una explotación se intensifica la pérdida forestal hasta 70 km. más allá de la concesión minera.
Ni Burgués ni Laurence están en contra de las carreteras ni de la oportunidad para el desarrollo que suponen. Creen que hay conocimiento acumulado suficiente para construir las que realmente sean necesarias y minimizando su impacto. Pero, en términos generales, ambos son partidarios de reducir su tendido al mínimo evitando herir las zonas aún intactas del plantea.