Uno de los efectos más evidentes del cambio climático está siendo la traslación de todo tipo de especies vegetales y animales a latitudes cada vez más al norte y altitudes cada vez mayores del planeta. Con la agricultura también está pasando algo similar.
Ahora, un grupo de investigadores ha estimado la viabilidad futura de 12 de los principales cultivos que existen en el mundo en áreas geográficas donde en la actualidad el frío les impide fructificar.
El estudio ha proyectado que para finales de siglo, en grandes porciones de la taiga siberiana, los bosques boreales canadienses y laderas de las grandes cordilleras se podría sembrar trigo, soja, papas o maíz.
Aunque parezca una buena noticia, la mala es que, de hacerlo, la biodiversidad saldría perdiendo y se liberarían enormes cantidades de carbono a la atmósfera.
El trabajo, publicado en la revista científica PLoS ONE y difundido por el diario El País de España parte del rango térmico que soportan estos productos y lo proyecta en dos de los escenarios climáticos más probables, uno en el que se reducen las emisiones según los acuerdos internacionales y otro extremo, en el que no se hace nada por mitigarlas.
Sea cual sea el futuro, para finales de siglo la mayoría de estos cultivos podrá plantarse más al norte y a mayor altura que hoy.
La mitad de las tierras ganadas se encuentran dentro de las fronteras de Rusia y Canadá, con más de 400 millones de hectáreas cada país. También serían cultivables buena parte de las montañas Rocosas, cordillera que atraviesa Norteamérica de arriba abajo, la porción sur de los Andes y grandes extensiones de Asia central.
Adaptarse al cambio climático es ley. https://t.co/coTk3pUAfY pic.twitter.com/tAk451ijUg
— Telégrafo (@telegraficos) November 21, 2019
Que tantas nuevas tierras –nuevas fronteras agrícolas las llaman los autores del estudio– se vuelvan fértiles no significa que acaben siendo cultivadas. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el planeta hay unos 4.400 millones de hectáreas aptas para la agricultura, aunque solo 1.500 millones efectivamente cultivados.
Hay otros dos daños colaterales de la expansión de la agricultura al norte. Por un lado, alrededor de 1.200 millones de personas dependen del agua que discurre por estas zonas. La introducción de los cultivos, con sus fertilizantes y pesticidas, conllevaría riesgos para la calidad del agua. Más importante es, incluso, el impacto sobre la biodiversidad. Al menos 1.361 de las llamadas áreas clave de biodiversidad se verían afectadas si se cultivaran todas las nuevas tierras.